Cuando pienso en el término “madre ejecutiva”, me veo reflejada en un espejo de muchos matices: la mujer apasionada por su trabajo, la que abraza nuevos proyectos con ilusión, pero también la que lleva en su corazón los nombres de quienes más ama, y la responsabilidad más grande de su vida: ser mamá.
A lo largo de mi carrera, he tenido que aprender que ser madre y profesional. No son caminos paralelos, sino sendas que se entrelazan todos los días. Muchas veces, he asistido a importantes reuniones pensando en las tareas escolares que debo revisar en la noche… He terminado presentaciones, mientras mi corazón latía de emoción porque sabía que, al llegar a casa, los pequeños brazos de mi hija me esperaban para abrazarme sin condiciones. Y, en medio de todo, he entendido que no soy menos ejecutiva por ser madre, ni menos madre por ser ejecutiva.
Ser madre me ha hecho una mejor líder. Me enseñó a priorizar, a ser resiliente, a escuchar de verdad, y a poner pasión en todo lo que hago. La maternidad me regaló una sensibilidad especial para liderar equipos, para entender que detrás de cada meta, de cada resultado, hay historias, sueños y personas que también tienen su propio balance de vida por cuidar.
Claro que no siempre es fácil. Hay días en los que la culpa toca la puerta: cuando no puedes llegar a una presentación escolar o cuando un proyecto urgente absorbe más horas de las que querrías. Pero aprendí que no se trata de ser perfecta. Se trata de estar presente de corazón en cada rol que asumimos, de saber que damos lo mejor de nosotras mismas en cada espacio que ocupamos.
Hoy, veo con orgullo cómo el mundo corporativo empieza a reconocer el valor inmenso que las madres ejecutivas aportamos. Desde espacios de trabajo más flexibles, hasta una cultura que apuesta por el bienestar integral. Cada paso cuenta para construir entornos donde podamos desarrollarnos plenamente, sin tener que renunciar a nuestros sueños ni a nuestras familias.
En Acrópolis Business Mall, tengo la dicha de trabajar en un lugar que entiende y apoya esa realidad. Y más allá del título profesional, cada día me esfuerzo por ser ejemplo para mi hija: de pasión, de trabajo honesto, de valentía. Quiero que crezca sabiendo que es posible soñar en grande, construir una carrera, ser feliz en lo personal, y contribuir positivamente en todo lo que haga.
Hoy, en este mes tan especial, celebro a todas esas mujeres que, como yo, combinan agendas llenas de reuniones con mochilas escolares, que hacen malabares con amor, y que cada día escriben una historia de coraje, dedicación y propósito.
“Ser madre ejecutiva no se trata de ser perfecta, sino de estar presente de corazón en cada rol que asumimos”.
Ser madre ejecutiva no es fácil. Pero es, sin duda, uno de los regalos más hermosos y poderosos de mi vida.
¡Feliz mes de las madres!
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