Claudio Paccagnella: Cultura y pasión por la gastronomía italiana

Il Cappuccino es un referente de la cocina italiana en República Dominicana. A punto de cumplir 30 años, este establecimiento, y su propietario, Claudio Paccagnella, han sabido mantener la esencia de los exquisitos sabores y recetas mediterráneas para el paladar de los dominicanos. Como dice su fundador: “es un pedacito de Italia en la capital dominicana”. Entre sus bondades, Il Cappuccino ofrece una experiencia 360 grados, es decir, ellos mismos elaboran casi todo lo que venden, y utilizan muchas materias primas europeas. Paccagnella asegura que el éxito de este recinto en tres décadas se debe a que no lo manejan como un restaurante, “sino como una empresa”.

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December 21, 2020

La cocina de un país es cultura, así lo ha asumido Claudio Paccagnella, quien no ha querido ceder en nada la esencia de los platos que se preparan en Il Cappuccino. Entiende que las personas que visitan este reconocido restaurante italiano lo hacen porque quieren “conocer y degustar” de la autentica cocina de ese país europeo.    

Paccagnella era un hombre de 40 años cuando decidió venir a República Dominicana. En ese momento, trabajaba como gerente comercial en una reconocida empresa en Italia, por lo que pensaba que en unos 15 años él podía jubilarse tranquilamente en su amado país, con un buen salario… Sin embargo, y a pesar de las recomendaciones de sus amigos y familiares, él decidió irse a “buscar nuevas motivaciones”. 

Y así llegó a República Dominicana, con el propósito de incursionar en el sector turístico, no obstante, el destino le tenía preparado “otro menú” de lo que sería su nueva vida: la enogastronomía. 

Casi treinta años más tarde (Marzo de 2021), Paccagnella lidera el restaurante italiano más grande y reconocido de Santo Domingo y República Dominicana. Es que Il Cappuccino es realmente otra cosa, un restaurante que puede recibir hasta 330 personas sentadas cómodamente en las diferentes áreas que posee, como son el restaurante de pescado, el bar, el salón y la terraza.  

El área dedicada a restaurante de pescado es la nueva idea gastronómica que ofrecen actualmente, un menú con lo mejor del mar mediterráneo, extremadamente frescos, traído por avión desde Europa, Estados Unidos y desde… ¡Baní! Sí, leyó bien, desde la localidad de Salinas, donde unos inversionistas turcos-griegos están “criando” una magnífica variedad de branzini (lubinas) y orate (doradas), “pescados de gran calidad, ricos de proteínas y de omega 3 y realmente frescos”. 

Es que así es Claudio Paccagnella, en la constante búsqueda para ofrecer en su restaurante “lo mejor”. Él, desde hace muchos años, se convirtió en un verdadero importador, al traer al país múltiples productos italianos para el disfrute de sus comensales en sus mesas. 

“Para darte una idea, tenemos mas de 120 etiquetas de vinos diferentes, la mayoría italianos, para maridar perfectamente nuestra comida”, cuenta Claudio Paccagnella, al ser entrevistado por revista CONTACTO en el restaurante Il Cappuccino

El menú de Il Cappuccino es tan amplio como variado. Sin embargo, Paccagnella no quiere tener una “guía telefónica” donde la gente se pierda al momento de decidir qué comer. Para tener una idea, todos los platos que preparan no están necesariamente en el menú, no obstante, dice que “si el plato es italiano, ellos lo hacen”.

Claudio, ¿Cuándo usted llegó a República Dominicana por primera vez?

“La primera vez que vine fue de vacaciones, en 1978. Me gustó el país, de verdad. Pero si seis meses antes de mudarme definitivamente, alguien me hubiese dicho: ‘tú vas a vivir en República Dominicana’ le habría contestado: ‘estás loco, es imposible’… Después se dio un conjunto de situaciones por las que me decidí a mover el gran paso. En Italia, en ese momento, había una gran crisis económica, un cambio que todavía estamos pagando, al entrar la izquierda al gobierno… En ese momento, antes de la crisis del 1990-91, yo trabajaba como gerente ventas en una grande Empresa, pero no me sentía a gusto, estaba inquieto, necesitaba algo diferente”.

¿Usted conocía este tipo de negocios?

“ Realmente, vine atrás de un proyecto turístico, por lo cual ya habíamos comprado un terreno. Eran 500,000 metros cuadrados en la zona de Nisibón, después de Bávaro. Una zona bellísima que ahora está en pleno desarrollo. Teníamos el proyecto aprobado, buena parte del financiamiento adquirido, incluso, un contrato de gestión de diez años con la gente de Viva Wyndham… pero, como decía, ese cambio de Gobierno en Italia fue fatal. La economía se frisó y el proyecto ¡se fue a pique! Yo estaba aquí, Italia vivía momentos extremadamente difíciles, este país me gustaba, veía muchas oportunidades para crecer, y así decidí incursionar en la enogastronomía: la realización de uno de mis sueños”.

¿Cuándo usted decidió establecerse aquí? ¿Qué sintió al llegar?

“A mí siempre me había gustado Republica Dominicana. Cada vez que volvía más me gustaba. Pero cuando yo llegué para quedarme, recuerdo siempre esa noche… eran las 8 ó 9 de la noche. Llego a Las Américas, y al desmontarme del avión, me dio la sensación de haber llegado a casa… No sé qué fue, pero yo tenía esa sensación fuerte de que estaba en casa, no fue como las otras veces que había venido… Y nunca más me fui”. 

¿En qué momento nace Il Cappuccino?

“Yo tomé el restaurante casi por juego, junto a dos amigos, para tener algo en la ciudad mientras vivía… en Nisibón… Quería abrir una cafetería, porque al lado tenía el consulado americano, que desde las 5 de la mañana ya estaba lleno de gente, así que me pidieron que les diera una mano. Procuré los equipos y los materiales para el montaje. Aquí, donde está el restaurante, lo que había era un terreno sembrado de plátanos; el salón de la Ostería era un parqueo en mal estado, de la discoteca Club 60. Esta debía ser, al principio, una pizzería, bar y pastelería. Pero, cuando yo llego, debía estar aquí un heladero-panadero italiano, que tenía en el país seis o siete meses; esperando, retribuido de empezar a trabajar. Lo llamo desde Italia, le aviso que iba a llegar a República Dominicana en una semana, y cuando llego, el tipo no está… Me dicen que está en Puerto Plata. Después de tres días sin comunicaciones, un camarero me dice que ‘él quería irse’. En la Policía me hicieron una búsqueda y resulta que él (heladero-panadero) se fue para Italia por el aeropuerto de Puerto Plata. Entonces, yo llego aquí de Italia y no tengo al hombre clave. ¿Qué podía hacer?… Respiré profundo y busqué a otra persona”.  

Para usted, ¿este era un riesgo grande, porque vino por un proyecto y terminó en otro negocio que no conocía?

“No era que no lo conocía, porque siempre me había gustado la gastronomía. Por trabajo, viajando mucho y por pasión… ¡yo vivía en los restaurantes, adentro de las cocinas! Mis primeras experiencias las he tenido a los 20 años en Londres, como camarero, para mantenerme en los estudios. He pasado mi juventud adentro de un lujoso hotel, de un gran amigo mío. Eran los años 70’, huelgas casi a diario. Pasaba mi tiempo entre jugar a tenis, bañarme en la piscina, trabajar como camarero y, luego, de fiesta hasta tarde (Risas)… ¡Que buenos tiempos!! Además, siempre ha sido una pasión mía el vino. Soy sommelier desde el año 2000. Así es que en ese momento, llamé a un par de amigos en Italia, les dije lo que me pasaba, y les pedí que me dieran una mano. Así fue que me encontraron un chef, que era también heladero y sabía un poco de pastelería. Él acababa de cerrar el negocio suyo en Italia, vino aquí, y se quedó conmigo por 22 años… Con él empezamos todo, yo solo no podía. En el restaurante apliqué mis conocimientos, el sistema comercial como si fuera una empresa”.

¿De dónde vino el nombre Il Cappuccino?

“Ese nombre me lo aconsejó una amiga que trabajaba en el Club Dominicus. Cuando yo abrí, estaba buscando un nombre que ponerle y ella me dijo: ‘por qué no le pones Cappuccino… es un bar y cafetería, ponle Cappuccino, y dije: ‘¿por qué no?’ La parte de la cafetería era Il Cappuccino, y la del futuro restaurante era Grande Italia. A inaugurar, al año, el publicista mío de entonces me dijo: ‘óyeme una cosa: en un año que tienes aquí, ya te conoce todo el país, tienes un nombre hecho, ¿por qué vas a imponer otro nombre? ¡Llámalo Restaurante Il Cappuccino!’… y se acabó… Y así fue”. 

¿Por qué una corona en su logo?

“El diseñador Italiano, loco, pero muy bueno, Attilio, que me decoró todo, un día me hizo un dibujo para el ‘logo’: una corona. Yo pregunto: ¿qué tiene que ver esa corona con Il Cappuccino? Él me sonríe y me dice: ‘tu serás el rey de la gastronomía italiana en República Dominicana’… No le di mente. Él lo imprimió y se quedó así… (Risas)”. 

Los retos de Claudio Paccagnella 

No han sido fáciles estos 30 años de Claudio Paccagnella en República Dominicana, sin embargo, siempre tuvo la convicción de que podía hacer algo importante con su restaurante Il Cappuccino.  

Claudio, ¿Qué fue lo más difícil cuando comenzó?

“Uno de los problemas grandes que yo encontré era la falta de materia prima: si no hay materia prima, no hay restaurante. Todos los vinos que tengo aquí fueron elegidos uno a uno por mí para traerlos al país. Me convertí en importador. Casi toda la materia prima que tenemos aquí es italiana. Se pudo lograr de importar productos antes prohibidos, como prosciutti, salami, mortadelle, quesos (¡el Parmesano!) En Europa había fiebre porcina, eran vedados los embutidos y los lácteos. En ese entonces logré enviar a Italia, a costo mío, los inspectores de Salud Pública para certificar que ya no existía la infección. Por primera vez se pudieron saborear esas delicias originales, pues anteriormente todo venía de compañías italianas que producían en Estados Unidos. El mismo pescado es ‘tipo Europeo’, como el branzini (lubinas) orate (doradas), salmones frescos, ostras, vongole, mejillones, sepias… además de lo buenísimo de aquí, como los camarones, langostinos, langostas, centollos y más”.

Usted soluciona el problema de la materia prima, pero viene la segunda parte, que es la mano de obra. ¿Cómo lo soluciona?

“Otro gran problema. Prácticamente, lo he solucionado ‘preparando la mano de obra en casa’. Siempre he preferido gente que ‘no sepa demasiado’ para yo ‘formarla’, porque si tú tienes uno ‘con mucha experiencia’, lo primero que tienes que hacer es borrarle la mente y después enseñarle. Prefiero personal sin experiencia, sobre todo en el área de producción, como la panadería, repostería y helados. Que sepa lo que es la harina está bien, pero más de ahí… no quiero (Risas)… Solo necesito personas que tengan ganas de trabajar. Es más difícil encontrar las ‘ganas de trabajar’ que el trabajador”.

¿Siempre ha tenido chef italiano?

“Siempre. Aunque no es suficiente ser chef italiano para ser bueno. En Italia, como aquí, hay gente capacitada y hay gente que no lo está. El chef actual es Vittorio, casado con una dominicana, súper preparado. Se ha formado en el restaurante de su familia, en Castellamare di Stabia (la espectacular costiera Amalfitana), una de las zonas más bellas y… más buenas de Italia para el pescado. Además, tiene experiencias en varios restaurantes, hasta con “estrellas Michelin”. Es muy preparado en pasta, pescado, carnes (varios stages en Estados Unidos) y la pizza… ¡Por fin me he gratificado con la pizza que buscaba desde 30 años…!”

¿Cuál es la clave del éxito que ha tenido Il Cappuccino durante estos casi 30 años?

“La clave es tener un solo propietario, que sabe lo que está haciendo, que no inventa. Técnicamente y profesionalmente bien preparado y que le guste trabajar. Que lo haga con pasión. Si no hay pasión, este es un trabajo sin horario, que te aplasta, literalmente.

Yo no vivo, yo estoy en Il Cappuccino. Llego aquí a las 9:30 a.m. hasta el cierre, todos los días. Tengo esperanzas de que mis hijos, ahora creciendo un poco, me ayuden con eso… (Risas)”.

Il Cappuccino: una experiencia 360 grados 

Ubicado en la calle Capitán Eugenio de Marchena, próximo al Teatro Nacional, Il Cappuccino ofrece una experiencia completa, con entradas, pasta original italiana, pasta fresca, carnes rojas y blancas; pescados y mariscos; repostería y helados artesanales, todo elaborado según las tradiciones culinarias del país europeo. 

Claudio, ¿En qué consiste la experiencia 360 de Il Cappuccino?

“Yo digo que Il Cappuccino es 360 grados porque abarca todo: desde la compra hasta la puesta en el plato al cliente. Produciendo la mayoría de lo que ofrecemos, como el pan, las salsas, hasta aceites especiales; empezando con aceite extra virgen de oliva y después poniendo los sabores como romero, ajo, peperoncino, limón, es decir, los personalizamos. Los licores, como el limoncello, arancello, de café, cremas de Nutella, de piña, de frutti del bosco.  

La repostería es auténticamente italiana, increíble, creada por excelentes reposteros que traje de mi tierra. Tiramisú, milhojas, croissants, pasticceria miñon, Semifreddi, focaccie veneziane, panettoni…

Los helados también son hechos para nosotros. Como saben, es un producto absolutamente italiano, en materia prima y maquinarias. Cremas y frutas de sabor lleno, sin toppings, sin colorantes ni saborizantes. Ahora, estamos lanzando una nueva línea de ‘helados especiales’, sin lactosa, sin azúcar, sin gluten, para un cierto tipo de personas que tienen algunas problemáticas de dietas o de salud. 

Seguimos con la pasta fresca, fetuccine, lasagne, tortelloni, ravioli, bigoli, entre otros. Para consumir aquí o por asporto, en cómodos contenedores. La pizza… Mmmmmm, que es uno de los sabores mas característicos de la ‘Bota’ (Italia).

Por eso, y mas, somos un restaurante 360 grados”.   

Ustedes han ampliado la oferta de pescados que sirven ¿De dónde surgió esta idea?

“Me animó mucho este asunto del pescado porque, recientemente, se ha abierto una posibilidad extraordinaria. En Salinas, de Baní, una empresa turco-griega, ha montado un criadero a mar abierto de la lubinas, oratas, corvinas y otros. Son varias jaulas, divididas por especie y por tamaño, donde los crían con alimentos específicos y el agua caraibica. Aprovechan las corrientes con temperaturas que crea el ‘ambiente Mediterráneo’ que necesitan. 

Esta empresa respeta la cadena de frío correctamente, porque los pesca y entran los peces en contenedores con hielo ‘bueno’ inmediatamente. ¡Una gran obra!”.

¿Cómo conservan el pescado y la carne?

“La conservación es lo más importante y delicado en un restaurante ‘serio’ (Risas). A parte de la limpieza y higiene, imprescindibles y absolutas, es básica la división del almacenamiento entre carne, pescado, vegetales, quesos y más. A temperaturas correctas cada alimento. La carne, el pescado, la pasta, el helado que recibimos o producimos frescos, vienen preparados y “SURGELADOS” con nuestros “abbattitori”, que son equipos que bajan la temperatura en pocos minutos, a -30º, y de allí se entran en los freezers a 

-18º. Esto no permite la formación de cristales de hielo o agua en dichos alimentos. Ahora, viene la otra parte importante con la carne y el pescado, que la descongelación. Del freezer, de -18º, el producto se pasa a la nevera a +4º, adonde descongela lentamente, hasta por 4 / 6 días. Así puede reabsorber sus propios líquidos y el sabor será perfectamente igual a cuando se procesó. Es impropio descongelar demasiado rápidamente, y lo peor es poner el producto bajo agua”.             

¿Cuántas personas sentadas puede acoger el nuevo restaurante de pescados de Il Cappuccino?

“En el área del restaurante de pescado, 110 personas; y alrededor de 200 en la Ostería.” 

¿El control de calidad lo ve su chef solamente o usted también?

“El que tiene contacto más directo es el chef, pero yo vivo mirando, probando, diciendo, andando…”.

¿Es muy difícil el paladar del dominicano?

“No es muy difícil, es muy creativo, porque, algunos, se inventan los platos… (Risas)”. 

¿Qué opinión tiene sobre la gastronomía dominicana?

“Ha crecido mucho en estos 30 años. Factor clave es, seguramente, el mejoramiento de la electricidad. La pasta, por ejemplo, se usaba principalmente la ‘local’ que, dicen, estaba lista cuando se pegaba a la pared… fue un trabajo de paciencia, explicarle a los clientes, técnicamente y culturalmente cómo se hace la pasta. Hoy, todo el mundo habla de ‘pasta al dente’… (Una pequeña nota: se dice “pasta al dente” porque para saber si la pasta está a punto, se saca un pedacito del agua y se corta con los dientes, si tiene un pequeño puntito blanco en el centro, ¡está bien al dente!). 

La pasta fresca es totalmente diferente. Se cocina de manera homogénea y mucho más rápido. Por ejemplo: una lasagna no se hace al dente, tiene que ser bien cocinada. Yo sé decirte si un plato de espaguetis está bien cocinado o no sin probarlo, solo mirándolo…. ¡Experiencia! 

También una tarea importante fue dar a conocer los vinos italianos que no se usaban mucho. Aquí eran todos vinos franceses, españoles, argentinos y chilenos. De verdad, no fue tan difícil, y porque siempre el vino ha sido mi pasión, y porque Italia es el mayor productor del mundo, con vinos íconos, con 2,000 años de historia. Es un ‘néctar’ vivo, que evoluciona, que cada año presenta características diferentes. El mismo vitiño en regiones o terrenos diferente, produce un sabor diferente, con grados y colores diferentes. Así fue que organicé unas importantes importaciones, con vinos espectaculares, pero siempre teniendo presente algo que aprendí rápido: tenía que pensar en algo bueno, bonito y barato. En Italia tenemos más de 30,000,00 etiquetas, vinos totalmente diferentes y únicos, del sur hasta los Alpes. Cualquiera es capaz de traer un buen vino de 50,00/100,00 dólares… La capacidad del buen Sommelier es de elegir vinos buenos con precios asequibles. Lo que más me pone orgulloso fue haber introducido el Prosecco, un regalo de la naturaleza, proveniente de mi tierra, el Véneto.

¿Uno de los éxitos de Il Cappuccino fue lo que usted dijo hace un rato, de que “ganamos esta guerra de mantener nuestra tradición de comida italiana”?

“Es que no hemos concedido nada, no hemos ‘dominicanizado’ nada. Eso sucede aquí, sucede en Nueva York, sucede en todas partes. Tú vas a muchos restaurantes italianos en Nueva York y no comes bien, porque ‘americanizan’ el menú, porque para tener contento al cliente se adaptan y ese es uno de los errores más grandes. Siempre trato de explicar a los clientes que ‘Este plato no lo he inventado yo, ha sido alguien que lo ha inventado hace 100, 150 ó 200 años… es la tradición italiana. Siempre se ha comido así, yo no puedo cambiarlo, solo soy un representante de la cocina italiana. Otra cosa que logramos, fue abrir aquí la Academia Italiana de la Cocina (hay 240 en el Mundo). La fundamos con un par de amigos 

enogastrónomos, con una ‘dispensa especial’ para mí: ¡no podía ser juez y parte! Después de dos años me retiré y aún sigue vigente con sus Académicos. Hay que aclarar que no es una escuela de cocina, es una Asociación que responde a la Sede de Roma, y se encarga de ‘velar’ la autenticidad de las recetas originales”. 

Il Cappuccino se reinventó durante la pandemia 

Otro espacio muy popular, y ligado a Il Cappuccino, es L’Osteria, un área más informal y desenfada, abierta para el desayuno desde las 7:30 am, y con servicio de bar hasta que cierra, a las 12:00 pm, aunque ahora, por la pandemia, solo opera hasta las 9:00 pm. 

Claudio, ¿Cómo le ha afectado a Il Cappuccino esta pandemia?

“Yo creo que ya han cerrado en el mundo un 30 ó 40 % de los restaurantes y bares y, lamentablemente, no termina aquí. Il Cappuccino se ha ‘salvado’ hasta ahora gracias al apoyo de nuestros clientes históricos, de hace 30 años. Además, con grandes sacrificios, nos hemos reinventado incursionando fuertemente en otros sectores, como el delivery, apoyándonos en compañías externas y motores nuestros directos. Colaboramos, además, con una plataforma para empresas, donde nos piden desayuno, almuerzos y cenas. Aprendimos un nuevo sistema de trabajo. Grande fue el esfuerzo para crear el Delymarket, de lo cual estoy orgulloso y que está dando grandes satisfacciones. En eso proponemos muchos de nuestros productos importados, como quesos, prosciutti, vino y caseros. Todo esto me ayudó a no ‘ponerme loco’ en la pandemia, y a remodelar y refrescar el restaurante, que será nuestro gran reto del año: lanzarlo como el primer restaurante de pescado del país, al estilo europeo, con 20 entradas, 20 pastas y risotti, además de pescados y mariscos en varias maneras”.

¿Cómo ha sido la experiencia con el delivery? 

“Hemos tenido y estamos lidiando con varios problemas, en la logística y en el tiempo de cocción y entrega. Buscar empaques aptos y funcionales, lo cual no es fácil, por gente como nosotros, muy atentos a la calidad, frescura y la buena presentación”.

¿Esta pandemia se puede decir que ha sido el momento más difícil de Il Cappuccino?

“No ha sido, ¡es el momento mas difícil!… Estamos trabajando, utilizando el 60 % del tiempo disponible, pero los gastos son al 100 %. Aquí no es como en Europa o Estados Unidos, adonde dan ayudas sustanciales a las empresas. Después de más de un mes totalmente cerrados, abrimos a mitad de tiempo, con los préstamos bancarios que corren, luz, alquiler, impuestos; suplidores que presionan, y un mantenimiento imprescindible después de un cierre de tanto tiempo… Nada fácil. En verdad, mi banco, el LDH, me ha ayudado. El Gobierno nos dio un ‘caldito’ con el programa Fase, estamos pataleando y luchando, pero lo importante es ¡NO RENDIRSE! Seguir con fe hasta que podamos volver a la normalidad. Estoy convencido que el problema que estamos viviendo es grande, pero se podría manejar mejor; con agallas, lógico y medidas correctas. No cediendo al miedo, creado de una mala y calculada información, si no que estudiando y profundizando las problemáticas para tener un panorama objetivo y proprio de la realidad que estamos viviendo. Es necesario actuar con coraje”.

A pesar de la pandemia, este ha sido un tiempo en que se ha expandido Il Cappuccino, porque han creado nuevos espacios…

“Vamos a decir que estando cerrados, y teniendo poco trabajo, hemos tenido tiempo para mirar alrededor y tomar decisiones. Yo creo que de esta pandemia se salvarán los que han actuado de esta forma, los que han aprovechado el tiempo para utilizar el cerebro tratando de mejorarse”. 

Pero esta nueva área del restaurante, especializada en pescados, ha sido un verdadero acierto…

“Realmente no es una nueva área, sencillamente la hemos reestructurado, refrescado, para trasmitir nuevas sensaciones a los clientes que vuelven después de la pandemia. Para llegar a nuestro objetivo, estamos importando de España, Italia, Estados Unidos productos frescos extraordinarios. Es complicado, pero muy gratificante.

Para sobrevivir al momento, creo que lo importante es no quedarse de brazos cruzados, todos los sectores que están sufriendo esta nueva realidad, deben reinventarse. Los restaurantes que han sobrevivido, y van a sobrevivir, son los que entiendan que ha cambiado el sistema. Todo este asunto del delivery, por ejemplo, después de que volvamos a la normalidad, se quedará y será un nuevo canal de entradas. Es verdad que este año, en mi programa, tenía que ser el año de la consagración, el 2020 tenía que ser el año de la explosión… y realmente se ha explotado (Risas)”.

La historia de amor con sus hijos dominicanos 

La historia de Claudio Paccagnella y su esposa, Margherita Capuzzo, es digna de contar e imitar. Es de esos relatos que uno escucha pocas veces en la vida y, que luego de conocerlo, se da cuenta inmediatamente quiénes son desde lo más profundo del corazón esta pareja de italianos, ya radicados definitivamente en el país. 

Claudio y Margherita nunca tuvieron hijos propios, pero para llenar ese vacío que tenían en su bondadoso y enorme corazón, adoptaron a 12 niños dominicanos con condiciones especiales, como autismo, síndrome de Down, problemas para caminar, entre otros… ¡Una historia totalmente estremecedora y de inspiración! 

¿Por qué niños especiales?

“Mi esposa daba asistencia como voluntaria en el Hospital Robert Reed Cabral, y le daba tanta pena la situación de los niños, que se los llevó a casa y los adoptó… Tenemos 10 hijos, dos, lamentablemente, se fueron por su precarias condiciones. Si quieres la verdad, yo ni me acuerdo cuando todo comenzó. Todo lo hizo mi esposa Margherita y ya han pasado 18 años… Emilia, la niña Down, la estrella de la casa, llegó con 7 meses y ¡hace unas semana cumplió 18 años…! ¡Son de verdad muchachos especiales!”.

Claudio Paccagnella inside 

La primera vez que Claudio Paccagnella visitó la República Dominicana fue por vacaciones, en 1978, y fue amor a primera vista. 

Ya son más de 30 años viviendo en el país, y aunque siente orgullo por su linaje italiano, las raíces y costumbres dominicanas lo han cautivado y ya decidió, junto a su esposa Margherita Capuzzo, radicarse definitivamente en esta media isla caribeña, para el placer -y paladar- de todos los dominicanos. 

Claudio, ¿Qué es el éxito para usted?

“Es tener la suerte de hacer cosas que te gustan al punto de llegar más allá de tus mismas capacidades”.  

¿Volvería de retirada a Italia? 

“No, no volvería. Puedo ir, pero después de diez días de estar allá, ya quiero regresar. Aquí tengo todos mis intereses. Hoy, Italia no es la Italia que yo he dejado. Mis padres y mi hermano, Achille, se han muertos, muchos de mis amigos ya no están; los puntos clave (bares, restaurantes, tiendas) de mi juventud, de mis recuerdos, han desaparecido. Amo mi ciudad, Padova, del año 1300, que considero una de las ciudades más bellas de Italia. Pero cuando camino en esas espectaculares y amadas calles, me agarra un mixto de tristeza y nostalgia… todo ha cambiado, me siento muy turista”. 

¿Se siente más dominicano o más italiano?

“Me siento un hombre del mundo, afortunado de haber nacido en Italia, pero amo esta tierra dominicana, que me ha adoptado, me ha dado mucho en la vida y soy un agradecido de ella”. 

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