Dentro de esta vorágine que vivimos actualmente, en la cual las naciones se encuentran en la acelerada carrera de disminuir su huella de carbono con la intención de poner su granito de arena para ir frenando paulatinamente el calentamiento global, se han venido tomado medidas drásticas en los diferentes tipos de industrias, dentro de las cuales se destaca la industria automotriz por tener el cambio más radical.
Los fabricantes de automóviles han venido desarrollándolo por más de un siglo, agregando elementos de seguridad y confort que permitan al conductor un manejo más placentero, eficiente, potente y confiable a lo largo de los años. Sin embargo, estos avances han tenido fundamento sobre la misma base del motor de combustión interna, que si bien es cierto se ha ido volviendo menos contaminante con los años, no menos cierto es que con el pasar de los años el parque vehicular de las naciones crece, creando un efecto que no ha resultado ser compensatorio.
Considerando los lineamientos de la Unión Europea y los Estados Unidos, quienes son los mayores mercados de consumo mundial, debemos de tener un parque vehicular electrificado en un período que oscila los 25 años. No obstante, durante todos estos años de desarrollo, y obedeciendo a capitales importantes del petróleo, la industria automotriz no dedicó el esfuerzo adecuado en el desarrollo del vehículo eléctrico con simultaneidad al de combustión interna, dejándonos hoy día en una carrera acelerada por desplegar al vapor una tecnología de la cual no se han tomado todas las consideraciones a corto plazo.
Definivamente, debemos de pensar e irnos adaptando a la idea de la electrificación automotriz, pero ¿hemos pensado si ciertamente el vehículo eléctrico es tan ecológico como se indica a corto plazo?
Lo cierto es que, en el proceso de fabricación de un vehículo eléctrico versus uno a gasolina, el vehículo eléctrico produce más del doble de las toneladas de CO2 liberadas a la atmósfera que un vehículo a gasolina, esto es aproximadamente unas 13 mil toneladas de CO2 por cada vehículo eléctrico, versus unas 6.5 mil toneladas de CO2 para un vehículo a gasolina, y desde aquí inicia la carrera inversamente proporcional en emisiones de CO2 entre ambos hasta el final de su vida útil.
De primera mano, si pensamos solo en la fabricación, entendemos que mantener el parque vehicular en gasolina resulta ser más conveniente, sin embargo, lo que hace la gran diferencia es la emisión de gases contaminantes durante el tiempo. No obstante lo anterior, para que el vehículo eléctrico, en un lapso de 5 años de vida útil, resulte ser REALMENTE verde, deben de suscitarse los siguientes factores:
Que la producción de energía eléctrica para alimentar a los mismos sea de origen renovable, es decir, eólica, solar, hidroeléctrica, etc. Ya que de utilizarse fuentes de energía termoeléctricas, tales como carbón mineral o fuel oil, no surtiría el efecto que perseguimos, ya que solo transferiríamos la contaminación de un punto a otro.
Que haya un manejo adecuado de las baterías desechadas. Lamentablemente, y por lo nuevo de la esta tecnología, todavía no hay una gran cantidad de baterías que ameriten ser desechadas y manejadas correctamente. Aunque ya hay varias empresas que se encuentran evaluando la mejor manera de desecharlas o reciclarlas, pero todavía no está claro cuál sería el camino más viable para esto.
En conclusión, mi punto de vista es que los vehículos eléctricos pudiesen ser la solución a la reducción de la huella de carbono mundialmente, sin embargo, los países deben trabajar simultáneamente en estos dos elementos previamente citados para que ciertamente estemos creando la solución y no una transferencia del problema, sobre todo en países del tercer mundo como el que nos ocupa, en donde, inclusive, los gobiernos todavía invierten en proyectos de producción de energía termoeléctrica.
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