El tema del uso e influencia cada vez mayor que tienen las redes sociales en el comportamiento, la convivencia en sociedad, y hasta en la dinámica personal y familiar, se ha convertido en un tema de permanente debate entre quienes defienden su predominio y aquellos que advierten sobre retos e inminentes peligros.
Mientras estrategas de medios digitales y especialistas en comunicaciones tienen controvertidas opiniones acerca de la forma idónea de manejar estos medios, y hasta en el impacto que tienen y seguirán teniendo en la vida moderna, pocos difieren en cuanto a que estamos ante un fenómeno que se mantendrá como parte consustancial de la presente y futuras generaciones.
Entre los puntos que centran esta disquisición, en gran parte retórica o académica, pero que tiene también ribetes de pertinente actualidad y una vigencia tan práctica como ineludible, se destaca una gran paradoja: si las redes y las plataformas, a través de las cuales actúan de verdad, fortalecen la libertad de expresión o la estarían desnaturalizando por permitir excesos e incurrir en el desconocimiento de normas que garanticen cierto equilibrio y el respeto a la intimidad de las personas.
Este debate, y las interrogantes que giran en torno al mismo, adquirió nueva connotación con la compra de Twitter por parte del cofundador y director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, y las ideas que ha esbozado para el relanzamiento de una plataforma frecuentada diariamente por 217 millones de usuarios.
Aunque hasta ahora no ha ofrecido mayores detalles sobre la forma en que se propone manejar a Twitter, todo parece indicar que con Musk se proyectan cambios fundamentales que podrían en el corto y mediano plazo anular políticas de moderación por una visión absolutista de la libertad de expresarse en que no existiría virtualmente ningún tipo de restricción.
Por lo menos, eso es lo se interpreta o prevé por su concepción de una libertad aparentemente sin límites, que permitiría de ahora en adelante que personas excluidas de la red, por incurrir en prácticas deleznables, como pronunciamientos de odio o discriminación, puedan volver a utilizar Twitter, entre los que se ha comenzado a mencionar al expresidente estadounidense Donald Trump.
En principio, sin embargo, Musk emitió una declaración que fue bien recibida, a raíz del anuncio de que habían aceptado su oferta de compra de Twitter, coyuntura que aprovechó para decir que “la libertad de expresión es la base de una democracia funcional, y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, coincidiendo de este modo con el discurso que tradicionalmente ha mantenido en ese aspecto a nivel mundial la gran prensa tradicional en regímenes democráticos y los medios de comunicación electrónicos y digitales, en el que participan no solo periodistas, sino también los llamados comunicadores que no necesariamente observan los principios éticos del buen periodismo.
En un reciente artículo en la edición en español del portal de The New York Times, la escritora y estratega de medios digitales, Elizabeth Spiers, afirmó que “la retórica de los absolutistas de la libertad de expresión, como Musk, confunden el acoso con la crítica”, agregando a continuación que “he sido blanco de ambas cosas en las dos décadas que me he dedicado a escribir columnas sobre medios de comunicación, finanzas, cultura y política, y hay una diferencia importante entre estos dos conceptos”.
Para apoyar sus aprensiones sobre lo que podría ocurrir en Twitter bajo la dirección de Musk, la editora fundadora de Gawker, y quien fuera además editora jefa de The New York Observer, refirió que recientemente un ex colega del multimillonario en PayPal, Keith Rabois, usó la plataforma para llamarla tonta después que sugirió que eliminar las políticas de moderación sería perjudicial para el negocio de Twitter.
Como ejemplo del mal uso de las redes sociales y sus temores de que esto pueda acrecentarse en esta nueva etapa al mando de Musk, la escritora relató que recibió comentarios intimidantes sobre su familia y todo tipo de peyorativos misóginos que no se pueden publicar en un medio respetuoso, debido a sus posturas declaradas sobre cualquier cosa: desde el aborto, las prácticas de contratación de las empresas emergentes y hasta una cuestión tan trivial como quién debería ser el próximo James Bond.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011
Leave a Reply