Se habla con mucha frecuencia sobre cultura organizacional, y lo importante de cultivarla de forma positiva para garantizar los resultados en la implementación de la estrategia del negocio. Durante mucho tiempo se ha señalado a la cultura como elemento principal en las empresas, colocándola por encima de cualquier diseño estratégico o plan de acción.
Pero, ¿cuál es la realidad detrás de este debate? No es menos cierto que en entornos donde se ostenta una cultura y clima organizacional óptimos, si no existe una estrategia definida que impulse los resultados del negocio, en poco tiempo, la ausencia de una termina destruyendo la otra. En pocas palabras, entre la estrategia y cultura, debe existir una conexión que defina la gestión del negocio.
Una estrategia que describe una visión general sin especificar lo que requiere de la cultura de la organización está destinada al fracaso, especialmente si no se basa en las fortalezas existentes e identifica con claridad las faltantes, procurando desarrollarlas en alineación con los objetivos de negocio establecidos.
Del mismo modo, fomentar una cultura sin recurrir a una dirección estratégica clara y convincente, genera el riesgo de desperdiciar esfuerzos, provocando la falta de motivación, de compromiso y, por ende, una baja en la productividad. Dicho esto, queda claro que no debe existir tal competencia y que la estrategia debería ser, precisamente, contar con una buena cultura organizacional.
En mi ejercicio profesional, he tenido la oportunidad de participar de transformaciones de negocios a gran escala. Estas han requerido de una fuerte inversión de recursos y, por demás, energía para lograr la implementación adecuada de novedosas estrategias que, a su vez, deberían de impulsar los resultados perseguidos. En cada una de estas experiencias, mi aprendizaje ha sido el mismo: trabajar con nuestra gente como recurso y gestionar su integración a los cambios, eso debe ser parte central del plan. Con esto en mente, comparto algunas pautas que pueden incidir para lograr la ejecución exitosa de estrategias de negocios con foco en una cultura positiva.
-La integración es la clave. Idealmente, desarrolla la estrategia y la cultura organizacional juntas. En un enfoque conectado desde el principio, tu dirección estratégica debe estar alineada con los comportamientos que ayudarán a alcanzar los objetivos.
-Escuchar a los colaboradores se vuelve crucial. Explora el potencial de la cultura construyendo una estrategia abierta a la participación y la retroalimentación constante, lejos del “cascadeo” de la información desde arriba en forma de una campaña de “cambios”. En el centro de este esfuerzo, se debe encontrar la apreciación e incorporación de las perspectivas, formas de pensar y competencias de cada uno de los miembros del equipo.
-Crea un lenguaje común que simbolice los cambios y comunícalos de forma que todos puedan entenderlos. A menudo, el desarrollo de la estrategia de negocios lo realizan firmas consultoras externas o personas cuyos roles y estilos difieren de las personas involucradas en la transformación. La gente debe comprender y hacer uso de la estrategia con facilidad, ya que una estrategia compleja y lejana puede dificultar su aceptación.
-Por último, tu estrategia de transformación debe traer beneficios para todos, no solo para la empresa. Asegúrate de velar porque el proceso de cambio implique también una oportunidad de crecimiento y desarrollo para aquellas personas que serán responsables de ejecutarlo. Es mucho más fácil convencer al equipo de las bondades de una transformación cuando se tiene oportunidad de vivirlas en carne propia.
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