Siempre he dicho que prefiero el manejo de crisis al manejo de comunicación interna, y debo confesar que esto ha cambiado en los últimos años cuando me he visto más expuesta a la función al ocupar puestos que la supervisan. La comunicación interna acarrea consigo un reto permanente de previsión y preparación ante las constantes tensiones sociales, ambientales, tecnológicas y políticas que enfrentamos cada día en el ámbito corporativo.
Para valorar la comunicación interna en su justa dimensión, he puesto la mirada en acciones que van más allá de implementar técnicas que mejoren la calidad de los espacios de diálogo para minimizar rumores, ruidos o desconocimiento desde lo interno, y en desarrollar acciones que contribuyan al logro de un ambiente laboral productivo y saludable en la organización.
La comunicación interna se ha constituido como una herramienta casi infalible para crear un espacio de diálogo y entendimiento ante la principal audiencia de una empresa u organización: las personas. Pero es además una oportunidad para fortalecer el liderazgo corporativo, su conexión y entendimiento con los empleados. En adición, es una pieza clave para mejorar el clima laboral, la retención, la inclusión y el trabajo colaborativo de equipos interdisciplinarios.
Reconozco su importancia, y al momento de trazar una estrategia corporativa, siempre he tenido muy claro que, de subestimarla o no fortalecerla, la ausencia de un plan de comunicación interna pasaría factura a la gestión estratégica de la organización.
La importancia de tomar en cuenta la participación en el diálogo de las audiencias internas se ha incrementado significativamente en los últimos años, con el aumento del uso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías. Sumado a ello, la crisis del Covid-19 ha hecho que las empresas reinventen sus estrategias para sobrevivir a los embates de la economía. Ante este escenario, la comunicación interna toma un valor mayor pues se libra una batalla con la constante desinformación y crece la necesidad de interacción entre empleados y empleadores, entre supervisados y supervisores, y entre directivos y operativos.
La comunicación interna hace posible la unión y el compromiso, desde adentro y hacia afuera, fungiendo casi de garante de que la visión estratégica de la empresa sea efectiva al reorientar los mensajes en “lo que vivo y hago dentro de la organización”, como motor impulsor del “advocay” por parte de los empleados, que cada vez de forma más común y orgánica se convierten en embajadores, compartiendo su experiencia personal desde lo interno de la organización hacia lo externo en las redes sociales.
Nada es más humanamente convincente que la propia experiencia de un empleado contada desde adentro.
La comunicación interna da vida a la organización, incide en su operatividad; es garantía de la ejecución exitosa de los planes estratégicos teniendo como catalizadores a los empleados. Al mismo tiempo, aporta a una actuación corporativa socialmente responsable y coloca a las empresas ante el importante reto de dar respuesta a cuestiones tan críticas como el cuidado del medioambiente, la autorregulación, los temas de género y diversidad, y el cuidado de datos de la mano con la tecnología y la innovación.
Si dejamos de subestimarla, si la fortalecemos y logramos manejarla adecuadamente, la comunicación interna será una aliada para solventar crisis y fortalecer o mejorar la imagen de la empresa u organización, desde adentro hacia afuera.
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