Así como resulta ser en varios países de Latinoamérica, el nuestro no es la excepción en lo que a embotellamientos de tráfico se refiere. Y es que día a día libramos la extenuante batalla de enfrentarnos a tapones que perduran durante horas en aquellos espacios de “horas pico”. Adicionalmente, en nuestro caso tenemos un elemento agregado que es la temperatura media que manejamos, la cual, por ser tan elevada, trae como consecuencia un esfuerzo adicional de los componentes de nuestro vehículo, situación que hace que debamos de tomar algunas buenas prácticas para preservar ese bien tan preciado y querido que nos transporta cómoda y diariamente a nuestros hogares.
Aunque gracias a los avances de la industria y al uso del aluminio en los radiadores, ya aquellos sobrecalentamientos con una torre de agua hirviendo que brotaba desde la tapa del radiador han quedado en el pasado o para aquellos más descuidados, no menos cierto es que nuestro vehículo hace un esfuerzo extremo en mantener sus niveles de enfriamiento tanto del motor como dentro de la cabina en esos momentos de tráfico pesado o detenido totalmente. En ese momento el lubricante trabaja en condiciones extremas de protección, el coolant trabaja al límite de su capacidad, la transmisión eleva considerablemente la temperatura de su fluido hidráulico, y el compresor del aire acondicionado bombea prácticamente sin cesar. Todo esto crea niveles de calor y fricción más extremos de los que calcula el fabricante en su diseño, ya que estos no consideran embotellamientos sin movimiento de más de 15 o 20 minutos y acá en ocasiones resultan ser horas.
Es por la razón anterior, que si somos de los que disfrutamos de ese maravilloso espacio de concentración y encuentro con uno mismo al cual llamamos cariñosamente “Tapón”, debemos de tomar en consideración acortar los espacios de tiempo de mantenimiento e nuestro vehículo si queremos contar con él por muchos años más y sin problemas.
En el caso del aceite de motor, optemos siempre por aceites 100% sintéticos, ya que son más estables manteniendo su grado en condiciones extremas. De igual forma, usualmente estos vienen diseñados para soportar alrededor de 6,000 kilómetros, pero esta estimación viene dada considerando movimientos de recorrido libre y no de constante tráfico. Tomando en cuenta este elemento, tratemos de cambiarlo no más allá de los 3,500 o 4,000 kilómetros, manteniendo así nuestro motor bien lubricado y evitando desgaste prematuro. Recordemos que la medición del fabricante se basa en kilómetros por considerarlo lo más atinado para medir el uso, sin embargo, en los tapones podemos durar el mismo tiempo detenidos con el vehículo encendido que nos tomaría ir de Santo Domingo a Santiago sin que recorramos no más de algunos 10 kilómetros en el polígono central.
Otros componentes, fluidos y elementos que debemos de reemplazar con mayor frecuencia y que no son menos importantes son: El coolant, este debemos de reemplazarlo por lo menos cada 6 meses para mantener sus condiciones de enfriamiento y protección adecuadas. El aceite de transmisión (automática), ya que este se sobrecalienta mucho si mantenemos el vehículo por largo tiempo en “D” (Drive); este deberíamos reemplazarlo por lo menos una vez cada 8 meses o una vez al año, dependiendo que tan severos sean los tapones que tomemos. Finalmente, las correas, ya que por el extremo calor al que se exponen, deberíamos revisar su integridad anualmente.
Si nuestro vehículo es de transmisión automática, es una muy buena práctica que, en tapones mayores de 15 minutos detenidos, coloquemos en “N” (Neutro). Esto libera la transmisión evitando fricción en el aceite y permitiendo que disminuya su temperatura, lo cual alarga la vida de este fluido hidráulico.
En conclusión, debemos de dedicar un espacio de tiempo a mirar lo recomendado por el fabricante en el manual de usuario en cada intervalo, y reducir entre un 20% y un 30% la frecuencia de reemplazo o inspección de los fluidos y componentes de motor y transmisión indicados cada cierto kilometraje. Con esto podemos extender la vida útil de nuestro vehículo reduciendo la apariencia de sorpresas a las que coloquialmente llamamos “me dio un palo”.
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