En términos de riesgos, estar preparados para enfrentarlos tiene un costo, pero el costo de no estarlo suele ser mucho más alto.
En estos días he estado reflexionando en torno a las acciones que tomamos cada uno de nosotros cuando tenemos que afrontar un riesgo.
Es un hecho que nuestro país se encuentra en la ruta de los huracanes. También que todos los años de junio a noviembre estamos expuestos al embate de tormentas tropicales y huracanes cada vez más fuertes. Es un hecho que un gran porcentaje de personas no están preparadas para afrontar un evento de este tipo. Y también que no tenemos ningún tipo de control sobre los fenómenos naturales que nos azotan.
Cada verano puedo validar lo siguiente:
Muchos piensan que un evento de gran magnitud no nos va a afectar.
Muchos no tienen un plan de emergencia y actuación a mano.
Muchos dejan todos los preparativos para última hora.
En términos de riesgos, estar preparados para enfrentarlos tiene un costo, pero el costo de no estarlo suele ser mucho más alto.
Lo mismo pasa en las empresas. El año pasado me llamó poderosamente la atención los resultados de un estudio sobre los 10 retos para mejorar el funcionamiento y calidad de gobierno de los Consejos de Administración en República Dominicana. En el que entrevistó a 25 expertos en Gobierno Corporativo vinculados a firmas consultoras que operan en el país, académicos y miembros de consejos directivos de empresas dominicanas. En orden de prioridad, de los 10 retos identificados, el tema de Gestión de Riesgos ocupó el número 9.
Si las acciones llevadas a cabo por las empresas, de acuerdo a su estrategia y para el cumplimiento de sus objetivos, estuvieran libre de riesgos, entonces no habría lugar para la competencia y el desarrollo de las ventajas competitivas y su diferenciación.
Es difícil gestionar los riesgos que no se conocen o no se tienen presentes en el día a día. Esta es la particularidad de la gestión empresarial: se deben tomar decisiones estratégicas muy consensuadas y elaborar mapas de riesgos que permitan conocer la magnitud del riesgo, es decir, su probabilidad de ocurrencia y el impacto en la organización para gestionarlo de manera adecuada y oportuna. Se pueden mapear riesgos como las crisis económicas y financieras, cuestiones políticas, tendencias de mercado, la gestión operativa, los costos de producción, las catástrofes o cuestiones medioambientales, la gestión de talento, la competencia, las relaciones con los grupos de interés, temas de tecnología de información y la reputación de la empresa, entre otros.
El mapa de riesgos es una herramienta muy útil que permite: organizar la información, definir estrategias de manejo, determinar amenazas o problemas, todo en función de la importancia y la probabilidad de ocurrencia. Un riesgo no se puede eliminar al 100%, pero es posible crear una cultura en la empresa que haga que sea más difícil que un suceso o persona ponga a la empresa en una situación complicada.
¿Cómo elaborar un mapa de riesgos?:
Identificar los riesgos, las debilidades potenciales y consecuencias a lo largo de la organización.
Ponderar los riesgos y factores de acuerdo a su grado de impacto o probabilidad de ocurrencia.
Evaluar los factores de riesgo y realizar un análisis crítico de los controles establecidos para mitigarlos, para conocer la verdadera exposición de la empresa.
Definir los indicadores de riesgo, que permiten evaluar la probabilidad de eventos inciertos y proporcionan evidencias útiles para cuantificar las consecuencias de éstos.
Diseñar las medidas de prevención y medidas correctivas.
Implementar una cultura de riesgo en la empresa genera muchos beneficios: favorece la identificación de amenazas, obstáculos y oportunidades, aumenta las posibilidades de alcanzar los objetivos, impulsa la proactividad, mejora la adaptación de la empresa al entorno social y económico al que pertenece, potencia la confianza de los grupos de interés, facilita la toma de decisiones, fomenta la capacidad de transformación de la empresa, promueve el trabajo en equipo y asegura la sostenibilidad de la empresa en el largo plazo.
En resumen, tener una cultura de riesgo es muy importante, como individuo o como empresa, facilita la toma de decisiones, la ejecución de acciones y nos permite enfrentar las adversidades de una forma segura y sostenible. Ante la amenaza de un riesgo, el costo de no tomar las precauciones suele ser más alto.
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