A des-tiempos

El torbellino comunicacional recurrente, desencadenado en las últimas semanas por diversas disposiciones gubernamentales, ha sido tal, que la verdad es que no sé ni por dónde arrancar.

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November 19, 2024

Tenemos la controversial reforma fiscal, que provocó cuestionamientos de fondo y forma, suscitando el rechazo generalizado de múltiples sectores productivos del país y la ciudadanía en general, incluyendo traer de vuelta los famosos cacerolazos. Millones de pesos “gastados” en publicidad y propaganda con este tema, y a pesar de la situación crítica desencadenada por la noticia, la publicidad se mantenía. La crisis fue tal, que el Presidente finalmente se dirigió a la nación informando su decisión de retirar dicha propuesta. En buen dominicano: “recularon”.

Más adelante, vino el nombramiento en la DGAPP, del director general de Contrataciones Públicas, para ejercer ambas funciones de manera simultánea, generando múltiples reacciones en contra, por el obvio conflicto de intereses.

El consultor jurídico del Poder Ejecutivo había advertido acerca de esto, y lo que generaría la designación de una misma persona en ambos cargos. Aun estando el tema “candente” a nivel público, el recién designado emite declaraciones agradeciendo la confianza en su persona y aceptando el reto para dirigir ambas instituciones. Incluso, hizo precisiones en torno a las múltiples preocupaciones en torno al tema. Es decir, en medio de los múltiples y complejos cuestionamientos a voz en cuello, y en alta tendencia en todas las plataformas sociales y medios noticiosos, reafirmó su posición de aceptación. Días después, informa su decisión de renunciar a esta designación y continuar en Contrataciones Públicas. Es decir: posición anterior.

Otro caso más reciente: la circular emitida por el MAP, instruyendo a todas las entidades del Estado a recopilar la data de los empleados públicos, en torno al cumplimiento de pago de los servicios públicos bajo el entendido de que “todo servidor público debe cumplir con sus obligaciones”. Debían confirmar, en un plazo de 15 días laborables, si el servidor público posee contrato de energía eléctrica y agua. En caso de que no tenga alguno de los servicios a su nombre, deberá indicar a nombre de qué familiar está, y si cumple con sus obligaciones de pago. Cada empleado debía presentar las facturas correspondientes, ya que esto “permitirá llevar un registro más preciso y facilitará la gestión administrativa”. Por supuesto, esto también suscitó una oleada de declaraciones, noticias y artículos en torno a la legalidad de esta medida, y si viola los preceptos constitucionales consagrados en los derechos fundamentales, considerándose que es un exceso de autoridad conminar a los empleados públicos a dar informaciones privadas sobre compromisos contractuales privados. Comunicar como justificante que esta medida es “para llevar mejores controles y levantar información para planificaciones diversas, y conocer el perfil del consumo”, causó más indignación y fuertes comentarios críticos.

Todos estos casos, con sus respectivas crisis, tienen, aparte del desacierto de fondo y forma, un común denominador: una gestión de comunicación fallida. Y uno se pregunta: ¿y es que no hay quien evalúe previa y estratégicamente cómo debe manejarse la comunicación, su potencial efecto en la ciudadanía, y sus tiempos de ejecución?

Mas allá de los efectos legales, sociales o económicos, el caos generado por la toma de decisiones de manera atropellada se traduce también en el proceso de comunicación, que no los salva del caos. Una vorágine con contradicciones entre los mismos sectores gubernamentales, incluyendo las “echadas para atrás”, en los cuales se tiene un proceso de comunicación que traduce la misma vorágine, lo que no tiene ningún sentido. La ejecución de una comunicación extemporánea, a todas luces sin estrategia previa, mensajes clave incorrectos, ambiguos, trae como consecuencia grandes desaciertos y una notable capacidad de generar rechazos.

Si algo queda claro, es que el Presidente tiene las mejores intenciones, pero sigue siendo una tarea pendiente la ejecución de una comunicación estratégicamente acertada, eficiente y efectiva, incluyendo el manejo de crisis. En múltiples casos, hace falta diálogo, comunicación, pensamiento estratégico, previsión, análisis y visión a futuro. 

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