Soy introvertida y siempre he cultivado un perfil bajo. Cualquiera creería que estás dos características son incompatibles con la profesión que decidí ejercer, sin embargo, creo que han sido clave para potenciar mi crecimiento y desarrollo profesional.
Cuando Dusan Piña Valenzuela me invitó a escribir para esta edición especial de mujeres en la revista Contacto, dijo que sería un gran valor agregado que pudiese compartir mi experiencia de 22 años de carrera como ejecutiva de las comunicaciones corporativas.
Sin saberlo, en su invitación incluía lo que he buscado hacer en cada trayecto de este viaje profesional: agregar valor.
He tenido la oportunidad de trabajar en el manejo de crisis, asuntos públicos y en procesos estratégicos de comunicación para empresas multinacionales, marcas de muy alta relevancia, grupos regionales y personas e instituciones con grandes retos en materia de imagen y reputación. En toda experiencia, el punto común ha sido la búsqueda constante de agregar valor a través de una gestión efectiva y dando un propósito claro al rol de la comunicación.
Tengo la firme convicción de que para las profesionales que hemos elegido este oficio, el desafío ya no está en saber más de comunicación sino en saber más de gestión. Adentrarnos en la piel de la empresa, entender cómo opera el negocio, conocer la marca, el producto y tener claramente mapeadas sus audiencias o públicos.
Una acción clave para lograr esto ha sido participar de discusiones ejecutivas, técnicas, legales, operativas y ganar espacio en aquellos espacios donde la mujer tradicionalmente ha estado ausente. Ser parte del debate para lograr mejores presupuestos, mejores talentos, mejor estructura y, por ende, mayor impacto en la gestión.
Aprender del negocio que vendemos es vital para defender ante los demás el territorio de la comunicación y lograr el propósito establecido a corto, mediano y largo plazo.
En las escuelas de negocios nos ensenan que para gestionar debemos trazar lineamientos estratégicos que vinculen las prioridades de la organización con los procesos de la empresa y así asegurar el rendimiento y la mejora continua del negocio. Si trasladamos eso a la función de las comunicaciones corporativas, se trata de entender la comunicación como un todo, gestionando la reputación, como lo que es: el intangible más importante de una empresa.
En mi experiencia, agregar valor se traduce además en cultivar un pensamiento crítico y analizar situaciones con objetividad y sin emoción.
Pensar siempre en el peor escenario cuando se trata de gestionar una crisis. Fomentar las relaciones con los medios de forma genuina y bajo el marco de la ética y el respeto mutuo. Formar a otras mujeres y ayudarlas a empoderarse y crear conciencia sobre su potencial y, sobre todo, acompañarlas a reconocer sus capacidades.
Gestionar de forma exitosa para mí ha sido también ser la voz disidente y la voz de la conciencia siempre de forma respetuosa y objetiva. Decir la verdad incómoda e incluso no demorar la decisión de dejar cualquier lugar en donde no hay espacio para cuidar el propósito.
Apegarme a estas prácticas me ha dado las herramientas para armar y sostener estrategias de comunicación exitosas en diferentes industrias a lo largo de mi carrera. Me ha permitido, además, pasearme entre la consultoría y el rol corporativo sin el más mínimo temor a enfrentar cambios y aprender sobre una nueva industria o negocio.
Cada experiencia aporta un nuevo valor a mi carrera profesional. Hoy, desde la minería, un sector con un alto pasivo reputacional debido a viejas prácticas del pasado, tengo la oportunidad de sentar las bases para un antes y un después de la mano con grandes mujeres con las que comparto el mismo objetivo: asegurar el rol de las comunicaciones y gestionar de forma estratégica el posicionamiento de un nuevo modelo de minería responsable para beneficio de nuestro país.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011