Claridad como valor ético: comunicar con transparencia en tiempos sensibles

Invertir en formación en redacción corporativa, comunicación responsable y manejo de crisis, no es un gasto: es una inversión en reputación, en coherencia institucional y en humanidad.

En el ámbito empresarial, comunicar no es solo una herramienta operativa: es un acto ético. En situaciones de crisis o en contextos sensibles, el lenguaje claro, correcto y directo, no solo facilita la comprensión de los hechos, también construye puentes de confianza con el público, empleados, medios de comunicación y demás grupos de interés.

La claridad, lejos de ser una mera cualidad técnica del lenguaje, se convierte en un compromiso con la verdad, con la transparencia y con el respeto al otro.

Toda organización está expuesta a momentos de incertidumbre: desde accidentes laborales, fallos operativos o controversias públicas, hasta tragedias humanas que conmueven a la sociedad. En estos escenarios, los errores de comunicación pueden ser tan costosos, como los hechos que los originaron.

Una redacción ambigua, el uso de tecnicismos innecesarios o mensajes que minimizan el impacto de una situación, pueden ser percibidos como indiferencia, falta de empatía o, incluso, intento de manipulación. Por el contrario, un mensaje estructurado con lenguaje claro, bien escrito, con datos verificados y tono humano, puede convertirse en una muestra de responsabilidad, serenidad y compromiso institucional.

El lenguaje claro no significa simplificar en exceso, ni esconder la complejidad de una situación. Significa estructurar el mensaje para que sea comprensible para todos: sin dobles interpretaciones, sin adornos innecesarios y sin ambigüedades. Significa también utilizar la corrección lingüística como una señal de profesionalismo, respeto y cuidado.

Desde un comunicado de prensa, hasta un tuit oficial, cada palabra representa a la organización. Y, en tiempos de crisis, las audiencias no solo quieren saber qué ocurrió, sino cómo la organización responde, cómo asume responsabilidades, y qué acciones concretas tomará para mitigar los daños.

Los profesionales de la comunicación corporativa y las relaciones públicas tienen hoy, más que nunca, una responsabilidad ética: ejercer su rol como intermediarios confiables entre las empresas y la sociedad. Esto implica no solo cuidar el contenido, sino también la forma del mensaje. Una buena redacción, ortografía impecable y estructura lógica, no son lujos: son condiciones mínimas para comunicar con seriedad.

Dejar de lado la claridad, o restarle importancia al lenguaje correcto en una situación crítica, puede tener consecuencias graves. Puede alimentar rumores, distorsionar la percepción pública o hacer perder credibilidad. Y, como bien se sabe, la confianza perdida es difícil de recuperar.

El desafío, entonces, es de fondo. No se trata solo de mejorar los protocolos de comunicación de crisis, sino de fomentar una cultura organizacional que valore la buena escritura, la empatía comunicativa y el lenguaje claro como expresión de valores éticos.

Invertir en formación en redacción corporativa, comunicación responsable y manejo de crisis, no es un gasto: es una inversión en reputación, en coherencia institucional y en humanidad. 

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