Medios y periodistas son muy dados a ser críticos e incisivos en la pretendida, y no siempre alcanzada búsqueda de la verdad, y defienden esa inclinación como un indeclinable compromiso de informar al público con amplitud de miras, pero generalmente son renuentes a recibir cuestionamientos, como si gozaran de una esfera inexpugnable.
Ahora con las redes sociales en constante auge, y con una pasmosa influencia en la opinión pública, y no siempre sobre bases justas, ciertas y responsables, el periodismo que se proclama independiente es objeto de una avalancha de objeciones y parece no disponer de muchos medios para contrarrestarlas.
ESin embargo, últimamente se registra de forma creciente un cambio de actitud en algunos medios que pública o directamente no reaccionan ante críticas destempladas, pero reorientan algunos enfoques y hasta producen cambios en la política editorial cuando se les atribuye, aunque sin prueba alguna, una ligazón o conveniencia económica en el tratamiento de determinados temas.
En ese sentido, y de continuar tal práctica, de hecho constituye una especie de chantaje o condicionante al que se estaría cediendo en detrimento del libre ejercicio periodístico, mientras por el otro lado se alegan justificaciones de marketing y comprensiones de las nuevas realidades de las comunicaciones a nivel global, dentro de las cuales las redes sociales juegan un papel cada vez más preponderante.
Sin dejar de desconocer esa realidad, y el hecho de que no todo lo que circula en las redes es malo, falso o contraproducente, porque también hay cibernautas que las utilizan con propiedad, respeto, enfoque proactivo y de provecho colectivo, los medios harían bien en ser más cuidados y selectivos en esa ineludible pero complicada sinergia.
En consecuencia, en ese riesgoso juego, los medios que quieran preservar su credibilidad y el posicionamiento ganado por un ejercicio ético y veraz, no deberían dar categoría de noticia destacada a cualquier hecho, por insulso que fuere, solo porque se ha viralizado y alcanzado tendencia en un momento dado.
Recientemente, escribí en mi cuenta de Twitter que “en época lamentablemente pretérita, los medios estaban esquivos para evitar que desde fuera les trazaran sus agendas informativas; ahora son receptivos y gentiles permitiendo que las redes, perdón, algunos díscolos cibernautas, determinen lo que tiene o no preeminencia noticiosa”.
Mi admirado colega Miguel Guerrero se identificó con mi planteamiento y replicó mi twist, pero mi querido amigo, el magistrado Jorge Subero Isa, expresidente de la Suprema Corte de Justicia, escribió en esa plataforma que los tiempos habían cambiado en materia de comunicación. En otras palabras, que el imperativo es adaptarse, según interpreté.
Con todo respeto, y también porque este tema de las redes es, además de apasionante, bastante complicado como para que todos estemos de acuerdo, le respondí por Twitter que “si teníamos que resignarnos indefectiblemente a esa realidad, lo que procedía entonces era renunciar a los postulados del buen ejercicio periodístico y retirarlos de los códigos de ética”.
Sobre el mismo tema, yo había escrito anteriormente que “medios tradicionales están cada vez más sujetos a lo que copa la atención y se viraliza en redes sociales, lo que representa una especie de pulmón artificial que, como ocurre en medicina, es de vigencia episódica y puede inutilizar la capacidad del organismo de autosostenerse”. Se trata, no hay duda, de un tema interesante e ineludible que propicia polémicas ilustrativas.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011