Desde la óptica global e iniciativas medioambientalistas, que comprenden la agenda de los grandes países de nuestro planeta, la electrificación del parque vehicular del mundo, en este momento, debería ya rondar el 50%. Con estas iniciativas, se apuesta a contar con movilidad totalmente libre de emisiones de gases de efecto invernadero, como un respiro y en consonancia con la preservación del medioambiente.
La realidad es que este crecimiento, si bien es cierto, y considerando el apoyo impositivo de algunos países europeos y de Estados Unidos, inició con toda una fiebre de grandes volúmenes de ventas, lo que vemos hoy día es una desaceleración que, aunque se disfraza de un crecimiento, lo que estamos presenciando es un cambio en la preferencia del consumidor.
Esto así, ya que, aunque veamos un incremento en las cifras de ventas, la realidad es que estos volúmenes, de todos los tipos de vehículos, han incrementado, y esto disfraza la penetración del vehículo eléctrico indicando cifras mayores que años anteriores, pero con menor penetración proporcional global.
La pregunta automática que se deriva de lo anterior es: ¿por qué se está dando esta desaceleración en un mundo avocado a la preservación del medioambiente?, y la respuesta es que el mercado productor del vehículo eléctrico no ha sido capaz de responder, objetivamente, a muchas de las situaciones que se les han presentado respecto a qué tan “limpio y amigable con el medioambiente” resultan ser estas unidades.
Se han generado evidencias que demuestran que la única ventaja del vehículo eléctrico, en lo que respecta a su huella de carbono, es en su utilización, ya que fabricarlo contamina cinco veces más que un vehículo a combustión.
Si ponemos todo en perspectiva, para que el vehículo eléctrico pueda superar al vehículo a combustión en su huella de carbono, debe superar los 5 años de uso comparativamente, es decir, que comparados ambos, cuando el vehículo eléctrico resulta ser realmente más “limpio”, es después de 5 años de uso frente a uno de combustión, y es ahí en donde viene el otro problema relativo a la vida útil de sus baterías que, a partir de esa edad, ya se encuentran perdiendo eficiencia.
Esto solo para mencionar los elementos relativos al medioambiente, pero existen otros factores no menos importantes que han causado la ralentización de las ventas de este tipo de unidades. Uno de ellos, es el costo, ya que resultan ser el doble de costosos que un vehículo a combustión, colocándolo lejos del alcance de la clase media, que resulta ser el mayor consumidor de automóviles de uso privado. Si agregamos a la ecuación el hecho de que ya hay países en donde las ventajas impositivas han cesado, pues todavía esto los aleja más del bolsillo del ciudadano promedio que pueda adquirirlos.
Otro de los elementos que todavía causan que algunas personas, en adición a lo incierto del tema medioambiental, prefieran los vehículos a combustión, es la versatilidad del uso de estos últimos, es decir, pese a que ya tenemos cargadores de carga rápida, esto está lejos todavía de lo eficiente que resulta rellenar un tanque de combustible.
Agreguemos a esto que, muchos países, no cuentan con la infraestructura en sus redes de transmisión eléctrica que permitan que sea posible la migración total a un parque vehicular electrificado, y el hecho de que los costes en los puntos de recarga también se han encarecido, dando como resultado un acercamiento al coste de utilización del vehículo a combustión.
Finalmente, y como cereza del pastel, pese a que haya unidades eléctricas con autonomías de gran cantidad de kilómetros, la realidad es que esas autonomías se encuentran reservadas para vehículos de gama alta, lejos de la capacidad adquisitiva del ciudadano promedio, por lo que la autonomía de las unidades que se encuentran al nivel del ciudadano promedio, resultan ser, en su mayoría, inferiores a lo que pudiese dar un tanque lleno de combustible diésel o gasolina, tomando en cuenta lo eficientes que se vuelven los vehículos al pasar de los años.
Todo esto no quiere decir que sea una mala decisión adquirir un vehículo eléctrico, ya que todo está determinado por la utilización, poder adquisitivo, plataforma y beneficios que ofrezca el país en donde se adquiera. Sin embargo, se encuentra también limitado, en términos de movilidad, en momentos de catástrofes que afecten las redes eléctricas, tal y como vimos en Texas, Estados Unidos, con varios días sin suministro eléctrico a causa del huracán Beryl.
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