El dilema del equilibrio…

La gran pregunta:

¿Cómo logra el equilibrio una mujer que se mueve entre los afanes de una vida laboral demandante, y unas responsabilidades personales que requieren igual del tiempo y esfuerzo?

La pregunta se repite una y otra vez: ¿cómo lo haces?, ¿cómo puedes con todo eso, te vas a volver loca? Mi respuesta es tan simple como sorprendente: ¡es que no puedo con todo! Sencillamente, lo gestiono, estableciendo prioridades y parando cuando hace falta.   

Me ha costado muchos años, frustraciones, impotencia y sentimientos de culpa, llegar a ese “equilibrio” a partir del reconocimiento de que, como un ser mortal, querer pasar con una nota de 100 todos los aspectos de mi vida, y si fuera poco, al mismo tiempo, trae consigo un desgaste físico y uno emocional irreversible.

Parar a tiempo y hacer una introspección. Analizar si te estás exigiendo más de lo que los demás esperan de ti y, aun si fuese así y lo esperen, hay que establecer límites de manera consciente. Cuidar de no poner la vara tan alta, que luego no la puedas alcanzar.

Mis dos hijos no necesitan una madre exitosa profesionalmente, pero que no puedan ver y que no esté presente en los momentos más importantes de su vida. Mi trabajo no quiere una “súper woman”, que esté siempre cansada y afectada emocionalmente, esto por poner sólo dos ejemplos.

La clave ha estado en ordenar las prioridades, y darle el peso específico a cada cosa, sin descuidar ninguna, consciente de que en algunas, sacaré el 100% y en otras el promedio será 80. Pedir ayuda cuando se requiere, delegar y solicitar tiempo, porque ya he entendido que, definitivamente, no doy para más y que otras cosas requieren mi atención.  

Ojo. Esto no significa abandonar ninguna de mis metas y sueños, de ninguna manera. Todo es realizable en la medida en que la consistencia, la determinación y la pasión se alinean. Poner en pausa no está mal, y redefinir las expectativas, cuando haga falta, es sano para alcanzar objetivos sostenibles.

La vida nos lleva rápido, pero tenemos la elección, aunque no siempre lo creamos así, de marcar nuestro propio ritmo. Al final, está en tus manos alcanzar ese equilibrio, y ahí si que tienes que sacar un 100 que haga tu vida, y la de las personas que aprecias, un verdadero éxito.