Desde la entrega de herramientas de Inteligencia Artificial generativa en manos de cualquiera, como es el caso de ChatGPT, para crear textos, y de MidJourney, para crear imágenes, estamos asistiendo a otro gran salto cuantitativo y cualitativo en la producción de noticias falsas, de una forma exponencial y nunca vista.
En estos días, por ejemplo, han estado circulando fotos del Papa Francisco vestido de Prada, con un elegante y acojinado abrigo blanco, y del Sumo Pontífice cabalgando una moto de aventuras.
Putin y Trump, en fotos distintas, siendo sometidos a la obediencia por agentes del orden, son imágenes con tal verosimilitud y en contextos noticiosos tales que se prestan para superar los filtros de cualquier editor profesional, y mucho más de un ciudadano promedio, tan proclive a creer todo lo que ve.
Pero si estas noticias falsas se están viralizando en países sin regulación para su difusión a través de los medios sociales, lo verdaderamente sorprendente es que también ocurra en Alemania, donde hay fuertes penalizaciones y multas para los medios y las plataformas que se presten para difundir noticias falsas y discursos de odio.
Allí también, en la nación germana, en días recientes estuvo circulando una entrevista falsa al corredor de autos Michael Schumacher, con respuestas generadas con Inteligencia Artificial, pese a que el piloto alemán no da entrevistas desde que en 203, cuando se accidentó de gravedad mientras practicaba esquí y sufrió un traumatismo cerebral del que no se ha podido recuperar hasta el día de hoy
El hecho cierto es que, con regulación o sin ella, las noticias falsas son indetenibles, y es claro que irán en ascenso muy rápidamente, a gran escala y con un nivel de sofisticación que será imposible diferenciar una imagen real de una artificial. Este tipo de engaño resulta favorecido por la arraigada creencia de que una imagen vale más que mil palabras. Solo que ahora también ocurre que una imagen engaña más que mil palabras.
¿Qué hacer?
“¿Qué hacer?”, como se preguntaba Lenin en su famoso libro de 1902 en el que respondía a los obreros con una guía sobre cómo debían protagonizar la revolución que habría de venir 15 años después. En el caso de la IA, la respuesta es tan compleja que ni los propios padres de la Inteligencia Artificial ni las mentes mejor dotadas de la ciencia, la tecnología y la innovación saben cómo controlar el lado oscuro de este invento. Ni en los negocios ni en los gobiernos hay respuestas. La humanidad se encuentra en jaque frente a su creación, y no sabe cómo encontrar un equilibrio entre las infinitas bondades de la criatura y el infinito potencial de daño del engendro.
Optimista, creo que cuando se tenga respuesta, será un conjunto de medidas que pasará por la regulación y la supervisión de los poderes públicos, pero no creo que esto pueda ser suficiente sin que la educación de los ciudadanos tenga un rol protagónico en su propia defensa contra las noticias falsas.
Cuando hablo de educación, me refiero específicamente a la alfabetización mediática como una asignatura imprescindible y transversal en la educación básica, intermedia y superior, al igual que ocurre con las matemáticas y la lengua materna.
Solo el ciudadano entrenado en el pensamiento crítico y en el sano escepticismo puede navegar con mayor o menor habilidad en el océano de noticias falsas en el que nos movemos y el que sin duda alguna se agitará aún más en el futuro.
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