En el día del periodista siempre surge una avalancha de felicitaciones, no siempre sentidas o auténticas, y aun así se propicia un ambiente de celebraciones en cuyo fragor se pierde de vista que la ocasión debe ser propicia para reflexionar sobre las metas, prioridades y compromisos que debe cumplir el llamado cuarto poder.
En sus mensajes a los miembros de la prensa y también a los medios y plataformas, a través de los cuales realizan su labor de informar y opinar sobre el acontecer local e internacional, las entidades públicas y privadas coinciden casi siempre en ponderar la alta función social de los periodistas y su contribución a la creación de conciencia crítica, la defensa de las libertades y el libre juego de las ideas.
En algunos casos se trata de meros cumplidos porque la autenticidad de tales reconocimientos queda seriamente cuestionada en el discurrir diario con intolerancias, incomprensiones y hasta descalificaciones provenientes de instituciones y personajes de la vida nacional, que en sus adentros lo que quieren es en realidad una prensa obsequiosa y complaciente que defienda sus intereses particulares.
Ese lenguaje envolvente y laudatorio tributado a los periodistas, en gran medida, es extraído de la prédica contenida en códigos de ética y de principios deontológicos en los que se destaca en primer plano la búsqueda de la verdad, aunque su genuina y amplia identificación resulta en la práctica tan complicada y huidiza como armar un rompecabezas de múltiples piezas.
Como han señalado tratadistas de este sensible tema, para que tenga auténtica vigencia, un código de ética y sus postulados no pueden permanecer inertes colgados en una pared sino en el diario accionar, cumpliendo en cada información principios básicos como la verificación y sustentación de los datos que se ofrecen, que es una especie de regla de oro del buen periodismo.
Tan importante como eso es la contraparte, o sea evitar informaciones sesgadas, insuficientes o parciales, sobre todo cuando se trata de situaciones en que hay conflictos de intereses personales o particulares.
En ocasiones como ésta, también es conveniente hacer un ejercicio de introspección y analizar en qué medida la adecuación a las nuevas realidades del mundo global de las comunicaciones han de contribuir a dejar de lado reglas que son fundamentales para evitar que el periodismo se convierta en un mero espectáculo sin profundidad ni trascendencia.
En este sentido, también es bueno pasar revistas a formas de manipulación informativa, algunas ostensibles o sutiles, que aunque no siempre son planificadas, constituyen por igual una grave falta ética que afecta la credibilidad y que priva al receptor de las noticias de recibir datos que les permitan formarse una opinión amplia y esclarecedora de hechos y situaciones de interés general.
Son innumerables las situaciones que podrían llevar a este plano, aunque podría alegarse, con discutible validez, que son productos del derecho a la edición que ejercen medios y periodistas. He aquí algunos ejemplos de puntos y prácticas que deben evitarse:
-Sacar fuera de contexto una declaración en la que el sentido que quiso significar el expositor o declarante queda distorsionado o desvirtuado.
-Privilegiar en la entrada o lead de la información un aspecto en particular de uno de los exponentes o actores, relegando a los demás a un segundo plano
-Falta de equilibrio en el tratamiento y contenido de las informaciones. Puede interpretarse así, aunque pueda alegarse descuido, premura o falta de tiempo en la cobertura informativa.
-Forma engañosa o sobredimensionada en la titulación que no se corresponde con lo que el público encuentra cuando accede a la información.
-Publicar una información a sabiendas de que carece de elementos fundamentales y de la confusión y daño que esto puede ocasionar a terceros.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011