El Propano (GLP) como alternativa menos contaminante en un mundo convulso por el CO2

Históricamente, hemos tenido mucha resistencia a la utilización de gases como combustible en la industria automotriz. Esta resistencia se ha creado a lo largo de los años debido a múltiples razones; algunas de ellas ligadas a elementos de seguridad, por el riesgo incremental que pudiese representar almacenar combustible comprimido en un vehículo en movimiento, mientras que en otros países se agrega el elemento de que no ha sido tan necesario dada la capacidad financiera de los consumidores, tal y como es el caso de Estados Unidos.

Hoy día nos encontramos en un panorama radicalmente distinto, en el cual, el elemento de mayor peso no necesariamente es el poder adquisitivo de los usuarios de vehículos, sino el impacto medioambiental que los vehículos a gasolina y diésel crean en nuestro entorno y, por ende, cambio climático resultante. 

Lo cierto es que este es un tema con muchísimas aristas por evaluar, ya que la agenda mundial, a grosso modo, indica que debemos de concluir la producción de vehículos que funcionen en base a combustibles fósiles a más tardar en 2030. Sin embargo, esto se encuentra cada vez más lejos de poder cumplirse por diversos factores, dentro de los cuales debemos de considerar, primero, la plataforma de carga y la capacidad de la red pública; segundo, los tiempos de recarga y, por último y no menos importante, la factibilidad del vehículo eléctrico en su huella de carbono, tomando en consideración los niveles de contaminación elevados de su fabricación con su batería de litio, y la manera aun no clara de cómo disponer de esas baterías gastadas al final de su vida útil. 

En este sentido, y en un entorno tan complejo para la industria automotriz como el que vivimos, existen algunos países que se encuentran capitalizando como alternativa a corto plazo el incremento de su parque vehicular a base de Propano (GLP). Lo cierto que en Asia, desde hace décadas, es muy común (y como lo sabemos por los Hyundai Sonata, Kia’s y demás vehículos coreanos que importamos usados desde algunos de sus países), la utilización del propano (GLP) como combustible para uso masivo, y es que, en adición a tener precios a nivel global cercanos a un 50 % menos que la gasolina en igual volumen, los niveles de CO2 expulsados por los gases de escape se reducen entre un 15 % y un 20 %, resultando esto en una disminución en la contaminación muy significativa para las ciudades. 

En el caso de Estados Unidos, pese a que no se está evaluando de manera puntual, ya se encuentran mirando este tema como una de las tantas alternativas a corto plazo para mitigar el impacto en la contaminación medioambiental, sin embargo, están un tanto rezagados con el tema debido a los permisos y evaluaciones de seguridad (no priorizadas) en base a sus elevados requerimientos, que permitan su utilización masiva. Esto, aparte del enfoque estratégico y financiero que se está dando a las iniciativas eléctricas. 

Por otro lado, y de cara a su fabricación, los vehículos a Propano (GLP) consideran muchas ventajas. Por ejemplo, el motor a gasolina no amerita cambios en su construcción, lo cual favorece en el costo de producción (elemento muy significativo en los muy costosos vehículos eléctricos), el tiempo de rellenado es idéntico al de gasolina y, finalmente, un motor con mayor durabilidad, ya que por ser el Propano (GLP) un combustible más limpio, con menos carbón, propicia intervalos más extendidos en mantenimientos de aceite, bujías y demás, lo cual también apoya una iniciativa menos contaminante. 

Finalmente, estamos viviendo un mundo muy convulso en cuanto a iniciativas de movilidad sostenible, no obstante, tenemos a la mano varias alternativas que no necesariamente se están evaluando, utilizando plataformas actualmente en operación que, a corto plazo, pudiesen resultar mucho más favorables que la electrificación, tomando en cuenta la gran cantidad de variables que actualmente involucra este totalmente nuevo esquema.

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