La realidad es que hablar de feminismo hoy en día, en cualesquiera de sus formas y manifestaciones, representa un elocuente síntoma de las tareas que tenemos todavía como sociedad, como bien recuerdan mujeres líderes en todo el mundo.
Hace unos años, en un interesante conversatorio que tuve el placer de compartir con Laura Chinchilla, ex presidenta de Costa Rica, surgió el tan recurrente tema de las “cuotas”, en un momento en que República Dominicana debatía al respecto a propósito de la representación feme- nina en la esfera política. Su réplica fue contundente: “Lamentablemente, países como los nuestros no pueden permitirse un sistema sin cuotas”. Cuando debieran parecer anacróni- cos asuntos como techos de cristal, cuotas o brechas, afirmaciones como esta, en boca de quienes han con- quistado espacios hasta hace poco inimaginables para una mujer, vapu- lean hacia una realidad que persiste en recordarnos que nos encontramos ante una batalla lejos de acabar.
Hoy, viejos conceptos se reinventan para conectarnos a todos los niveles hacia una dirección compartida a ni- vel mundial, como es la consecución de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), incluido el número 5, cuyo objetivo apunta a “lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas para 2030”. A esta meta se le añade actualmente un matiz más: Igualdad de género… sí, pero, ¿hacia dónde? Hacia la igualdad salarial, igualdad de oportunidades y, sobre todo, hacia un mejor futuro. O como reza el lema de ONU Mujeres, en lo que corresponde toda una declaración de intenciones: “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”.
Como apunta esta oportuna campaña, en un momento en que el ojo de mira mundial se dirige a la mitigación de los efectos de la crisis climática, las mujeres se erigen como poderosos agentes de cambio “en la medida en que se implican en iniciativas sostenibles en todo el mundo, y su par- ticipación y liderazgo generan una acción por el clima más eficaz”.
En algunos sectores, esta meta corresponde un desafío más apremiante. El de la energía sigue siendo uno de los que presenta mayor desequilibrio de género, con apenas un 20 % de presencia femenina a nivel general, y un 35 % en el caso de renovables; cifras que colisionan con un momento en que la transición energética hacia un futuro más limpio requiere de soluciones cada vez más innovado- ras y la participación de un grupo diverso de talentos, a la altura de esta proyección. Si aspiramos como sociedad a que las mujeres se conviertan en im- pulsoras de soluciones innovadoras e inclusivas, y ayuden a acelerar la transición hacia un futuro de energía limpia, ciudadanos, líderes, gobierno, sector público y privado debemos encontrar un terreno común para la acción.
En definitiva, como ya apuntaba Francoise d’Eaubonne hace casi 50 años en su laureado movimien- to “eco feminista”, para lograr el desarrollo sostenible y una mayor igualdad de género, es esencial seguir explorando las oportunida- des, así como las limitaciones, para permitir que las mujeres y las niñas tengan voz y participen en pie de igualdad en la toma de decisiones relacionadas con el cambio climático. Sin igualdad de género hoy, un fu- turo sostenible e igualitario seguirá estando fuera de nuestro alcance. Sin interrogantes.
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