Uno de los sistemas que de manera constante se somete a las mayores fuerzas en nuestro vehículo es el sistema de frenos. Sin embargo, en muchas ocasiones (y muy probablemente por desconocimiento de causa), tendemos a perseguir ahorros económicos en sus reparaciones y en muchas ocasiones los dejamos en segundo plano.
Lo cierto es que de este sistema depende la vida de todos los ocupantes de nuestro vehículo en donde incluimos principalmente a nuestro núcleo familiar, el cual tratamos siempre de protegerlo en todos los aspectos. Entonces, ¿por qué no siempre estamos tan al pendiente de este valioso componente de nuestro vehículo que nos puede salvar la vida?
Lo primero que debemos de tener en cuenta es que los discos del sistema de freno son dispositivos sometidos a elevadísimos niveles de fricción en cada frenada. Esto así ya que deben cargar con la energía cinética que conlleva detener una masa pesada en movimiento, en una distancia que oscila los 70 metros, a una velocidad promedio de 100km/h. Esto produce niveles de fricción que ponen al rojo vivo los discos de freno llegando hasta los 800 grados Celsius y, por ende, transfiriendo ese nivel de temperatura a todo el circuito de frenado, en donde se incluyen las bandas o pastillas de freno y el líquido o fluido de frenos. Es por esto la vital importancia de colocar componentes de la mayor calidad que permitan que el momento de detener bruscamente nuestro vehículo quede solo en eso, y no se convierta en un accidente lamentable.
Para poner un poco en contexto, la vida útil de un disco de frenos, en la mayoría de los fabricantes, se extingue al momento de que su grosor se encuentre por debajo de los 10 milímetros, ya que, a partir de ahí, no se garantiza la integridad del mismo en frenadas bruscas, pudiendo en ocasiones romperse debido a su delgado calibre. Situación similar sucede en las pastillas o bandas de freno de baja calidad y de marcas no reconocidas, las cuales normalmente no utilizan pegamentos ni componentes de calidad que soporten el calor mínimo permitido para estos fines, trayendo como resultado desprendimientos o sobrecalentamientos prematuros que disminuyen la efectividad de la frenada, así como también propician un desgaste prematuro del disco de freno.
Adicionalmente, en la mayoría de las ocasiones en que se realizan reparaciones o mantenimientos del sistema de frenos, los talleres no sugieren el cambio del líquido o fluido de frenos, sin embargo, esto es vital y esencial. Esto así, ya que el mismo, al igual que los demás componentes del sistema, juega un papel muy importante al evitar la ebullición del este fluido hidráulico en niveles muy elevados de temperatura, propiedades que con el paso del tiempo se van perdiendo y de ahí su importancia de sustituirlo al momento de reemplazar componentes del sistema de frenos.
En conclusión, lo recomendable es que cada 6 meses llevemos nuestro vehículo a una inspección del sistema de frenos en donde retiren las bandas o pastillas y se lijen para evitar cristalizaciones, se engrasen las guías y se observe el sistema para posibles fugas. Con esto, y utilizar productos de primera calidad al momento de reemplazar por desgaste alguno de estos componentes, podremos garantizar nuestra seguridad y la de nuestra familia con un sistema de frenos confiable.
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