Aunque la ciencia no es una las ramas donde abunden las mujeres, no están ausentes. Un ejemplo de eso es Laura Sánchez Vincitore, una científica dominicana que se encarga de investigar el cerebro. Es la directora del Laboratorio de Neurocognición y Psicofisiología de UNIBE, desde donde realiza sus investigaciones.
El interés por conocer el cerebro humano se le despertó a Laura Sánchez Vincitore mientras realizaba un servicio comunitario en la secundaria, cuando trabajó en la alfabetización de adultos.
“Durante los seis años que estuve en la comunidad, me di cuenta lo difícil que resultaba para la mayoría de las personas aprender a leer y a escribir en la adultez; mientras que la misma tarea parecía mil veces más sencilla en estudiantes de edad escolar. En la práctica docente, estas discrepancias resultaban difíciles de explorar, no así en una carrera de investigación. Y es así como decidí estudiar neurociencia y educación”, explica Laura, entrevistada por revista CONTACTO.
Antes de llegar a la neurociencia, Laura estudió Psicología Escolar en UNIBE. Luego realizó una maestría en neurociencia y educación en Columbia University, en Nueva York, y posteriormente, en esa misma universidad, hizo un Ph.D, en Patología del habla, Neurociencia y Educación.
Desde entonces, su búsqueda en el cerebro humano no se ha detenido.
“Estudio la fisiología de la conducta. Es decir, buscamos indicadores biológicos (en el cerebro) que nos ayuden a entender determinadas conductas. En mi caso particular, me interesa conocer los cambios que se dan en el cerebro cuando una persona está aprendiendo a leer. Lo hago desde la electroencefalografía, que mide la actividad eléctrica en el cerebro”.
Laura es la directora del Laboratorio de Neurocognición y Psicofisiología, de UNIBE. Además, es especialista de Monitoreo y Evaluación del Proyecto USAID-Leer y es docente universitaria. Se desempeña en un área donde quizás no hay muchas mujeres.
“Es difícil hablar de ‘ser mujer’ sin pensar en las demás identidades que traemos en la mochila (raza, lugar de nacimiento, idioma, creencia, posición socioeconómica, entre otras). Es decir, yo no represento a todas las mujeres científicas. Incluso, según cómo se alinean todas mis múltiples identidades, hay ocasiones en las que he sido yo quien ha estado en ventaja, y claro, otras muchas en las que he estado en desventaja”.
Para ella, hablar de ser una mujer en la ciencia es un poco ‘agridulce’. “Por un lado, sueño con el día en que ser ‘mujer de ciencias’ no sea noticia, y se reconozca el trabajo de una persona de ciencias sin la necesidad de resaltar el hecho de ser mujer, de ser ‘atípica’. Pero la realidad es que la comunidad científica aún no ha llegado a este punto. El acceso y participación de las mujeres en la ciencia sigue siendo poco. Esto es tanto por falta de equidad y acceso, como también a un sistema que contribuye al abandono del quehacer científico de mujeres que han optado por hacer ciencia. Aún nos queda mucho camino por recorrer, pero de momento, la academia es mi casa, y a quienes vivimos en ella, nos toca asegurar que todas las personas sean bienvenidas y puedan prosperar aquí”.
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