Hace tres semanas, las redes sociales se encendieron con comentarios de todo tipo, y desbordados en torno a la unión civil en España de dos profesionales muy conocidos en nuestra sociedad. Aquello parecía un paredón de fusilamiento, donde miles de usuarios de las redes, entendían sentirse en el derecho de juzgar y opinar de una manera desproporcional. Muchos, incluso, sin conocer a los protagonistas de esta historia de amor estable, de 19 años de convivencia, donde por tener una preferencia sexual determinada y formalizar su relación jurídicamente, ser valientes, desafiar los convencionalismos, y celebrarlo públicamente con alegría y rodeados de todo el amor de los suyos, era como caer en desgracia.
Y me pregunto: ¿quiénes son todos ellos para juzgarlos? ¿No son esta pareja entes productivos para nuestro país? ¿No son conocidos ambos por ser personas de buen corazón, educación y formación en valores? ¿No somos todos hijos de Dios? ¿O a Dios lo utilizamos a conveniencia?
Sigo preguntando: ¿quién aborda sobre las familias tradicionales conformadas por un hombre y una mujer, con hijos pequeños y/o adolescentes, con muchos problemas emocionales y psicológicos, incluso, con depresión o en drogas, simplemente porque tienen padres “ausentes”, aunque viven en la misma casa, y se encuentran carentes de amor, presencia y atención? Básicamente, son criados por nanas y choferes.
¿Quién comenta de las familias tradicionales, con muy buena posición económica y grandes problemas de violencia intrafamiliar? ¿O de los sacerdotes que, por años, han abusado sexualmente de niños y jóvenes? ¿O los pastores que viven como príncipes o princesas con el diezmo de los feligreses?
¿Por qué los activistas, y los que yo denomino pseudo “avengers” de la moral, muchos de ellos, incluso, escondidos en cuentas enmascaradas creadas solo para infundir odio o tergiversar la verdad, y quienes igualmente se lanzan contra personas o instituciones, no abordan también con objetividad otros temas de mayor relevancia?
Y lo aquí planteado no es un debate sobre querer “normalizar’ o no el matrimonio gay, o de la famosa agenda 2030 y la inclusión de las personas LGBT. Es un asunto de que, penosamente, el morbo, el alcance de los famosos “likes”, llamar la atención o montarse en el “trending topic”, son más importantes en estos tiempos que la ética, la empatía, el respeto mutuo, la tolerancia y las formas de comunicación en estas plataformas sociales, donde todos estos valores están ausentes y no existe control alguno ni reglas.
En el mundo actual en que vivimos, dividido por múltiples conflictos y diferencias culturales, religiosas, sociales y de preferencias sexuales, recordemos que todos como seres humanos merecemos el mismo respeto y consideración; que de cada uno de nosotros depende el fomentar un cambio positivo para construir una sociedad donde prevalezca la justicia y la paz. De la abundancia del corazón habla la boca y hasta las palabras escritas. Vivamos y dejemos vivir. Amemos al prójimo como a nosotros mismos. Y recuerden que el derecho al respeto ajeno es la paz.
Concluyo con una última pregunta: si lo ponen a escoger, ¿usted prefiere entre un hijo corrupto, delincuente, asesino, pederasta, violador, o un homosexual/lesbiana íntegra?
“La libertad y la igualdad no son regalos que se nos otorgan, sino derechos que debemos defender”. Miep Gies.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011