Los caribeños no pueden vivir de espaldas a su región

En República Dominicana hay muchos viajeros que conocen a EE. UU., España y otras naciones europeas pero ignoran que existen islas cercanas como Aruba, Curazao y Bonaire.

Por décadas se ha insistido mucho en este tema e incluso ha sido llevado a cónclaves internacionales, pero a pesar de los esfuerzos, llamados y planteamientos, es un hecho cierto e inexplicable que los países caribeños viven de espaldas a islas de la región porque prefieren visitar otros destinos.

Aunque la República Dominicana tiene a poco más de una hora de vuelo a Curazao, Aruba y Bonaire, el mayor flujo de viajeros a esas islas solo proviene de criollos que viven y trabajan allá y que mantienen parientes en el país que los visitan en ciertas épocas del año.

En el Caribe hay otras islas más distantes, entre las figuran Anguila, San Martín, Antigua, Barbuda, Guadalupe, Dominica, Santa Lucía, Barbados, San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago, donde también hay dominicanos, pero el turismo dominicano es bastante reducido hacia esos destinos.

Gracias a una conexión aérea a través de Air Century, y un crucero por el Caribe que parte semanalmente desde Curazao, este aislacionismo de los dominicanos con esa isla, además de Aruba y Bonaire, está comenzando a cambiar, lo que ha permitido conocer sus espectaculares atractivos naturales y compararlos con las playas dominicanas y otros elementos de nuestro potencial turístico.

A bordo del barco Monarch, un verdadero palacio flotante de la línea de cruceros Pullmantur, además de las atracciones, facilidades en sus instalaciones y los entretenimientos para chicos y grandes, los viajeros reciben orientaciones muy útiles que pueden ser aplicadas al regreso de sus destinos, por ejemplo, la necesidad de observar una cultura de ahorro de agua y electricidad.

Las informaciones para incentivar este tipo de experiencias en crucero por el Caribe comienzan en Santo Domingo con las pormenorizadas orientaciones que ofrece la agencia Chartering Travel con su lema “el mundo te espera”, que son complementadas con los datos que se brindan tan pronto se hace el abordaje en Curazao.

La experiencia en crucero permite además fomentar intercambios culturales, ya que durante la travesía los turistas hacen diferentes excursiones en tierra que les permiten conocer no solo lugares de interés, sino también la forma de vida y visión de sus nativos sobre otras naciones y el mundo en sentido general.

También a bordo, principalmente los días en que no hay parada porque el buque debe concentrarse en navegación para poder llegar a tiempo y cumplir con los itinerarios planificados, es una oportunidad para hacer amigos y conocer tendencias y otros rasgos culturales, como aconteció con parejas dominicanas, venezolanas y de Bonaire.

Dos parejas venezolanas relacionadas con la fabricación de casas de campaña, la administración y la fabricación de químicos usados en la industria de pinturas y recién casados, un radiólogo de Bonaire y una abogada venezolana que celebraban su luna de miel, estrecharon lazos de amistad e intercambiaron impresiones y vivencias con dominicanos vinculados a la medicina y el periodismo.

Durante la cena y el disfrute de la piscina, compartieron testimonios personales sobre la situación de deterioro social y económico en Venezuela y cómo discurre la vida en el día a día en algunas islas caribeñas como Bonaire, donde la medicina es totalmente gratuita para la toda la población y se aplican con rigor normas en la educación, imponiendo sanciones a los padres que no envían sus hijos a la escuela.

La seguridad ciudadana, la protección a los excursionistas y el apego estricto a la ley y el orden, son aspectos notorios que se palpan tan pronto se llega a estos destinos isleños en el Caribe y debería servirnos de modelo para la convivencia armónica y el atractivo a los turistas que visitan la República dominicana.