Los ojos de analistas financieros, y expertos en macroeconomía, están puestos sobre el experimento que ha comenzado en Argentina con el presidente Javier Milei y su plan de shock para tratar de recuperar a una nación, que pasó de ser la más rica del continente en el siglo XX, a estar inmersa ahora en un descalabro mayúsculo, con 50 % de su población sumida en la pobreza y un 10 % en la indigencia extrema.
Se trata del inicio de un laboratorio económico que ha despertado grandes expectativas sobre la posibilidad de reactivar una economía prácticamente atrapada en un callejón sin salida, pero que Milei promete levantar con medidas y cambios nunca vistos, que algunos ven con marcado escepticismo, mientras otros prevén una agudización mayor de la actual crisis.
Tras la euforia y el radicalismo que caracterizaron su campaña electoral como autoproclamado candidato libertario, en entrevistas previas a su toma de posesión, Milei exhibió un cambio notable en el tono de su discurso, mostrándose más sosegado y equilibrado, aunque manteniendo la mayoría de los puntos en la agenda que se propone impulsar para el rescate de la economía argentina.
En ese replanteamiento de su pensamiento, y plan de acción de gran alcance y profundidad, uno de los puntos que llamó más la atención, sobre todo en la banca y los agentes económicos, fue su insistencia en señalar que la eliminación del Banco Central no sería aplicada de forma instantánea, sino sujeta a un proceso gradual, al igual que la dolarización de la economía.
Milei admite que la misión que le toca asumir como jefe de Estado es muy delicada, porque Argentina está al borde del colapso total por la crisis más grave de su historia y que, por tanto, su acción medular estará enfocada a evitar una hiperinflación catastrófica, contando para ello con una selección de los mejores y más calificados técnicos.
Su afirmación de que “inexorablemente” tendrá que hacerse una cirugía profunda a toda la estructura burocrática-administrativa de la economía argentina, dejó bien en claro su firme determinación de ejecutar las reformas en que basó su oferta electoral, sin dejarse amedrentar del previsible rechazo y la oposición que pueda recibir en el proceso.
Ante los anuncios de que se preparan protestas y movilizaciones por su plan de gobierno, Milei advirtió que quienes vulneren la ley tendrán que pagar las consecuencias, en una clara alusión ante la posibilidad de que esas manifestaciones puedan tener un carácter violento.
Aunque afirmó que actuará siempre dentro de la ley y fuera de la ley nada, dijo que “la protesta tiene sentido, es algo consagrado, pero eso no tiene que violentar las libertades del resto de los argentinos”.
Fuera de la parte política, y del revuelo electoral que caracterizó su campaña, otro rasgo de la personalidad de Milei que afloró fue su compromiso de honrar la palabra empeñada y, por eso, su primer viaje al exterior tras su triunfo fue al cementerio Montefiore, en Queen, en Nueva York, para cumplir su promesa se volver a la tumba del venerado rabino Menachem Mendl Schneersonbnn, fallecido en 1994.
Milei le había pedido al rabino que lo ayudara a alcanzar la presidencia, proveyéndole “sabiduría para separar el bien del mal, coraje para elegir el bien y templanza para sostenerse, además de aceptar la voluntad del Creador respecto de las cosas que suceden y tomar el lugar que el Creador decida”.
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