La equidad de género es un pilar fundamental para construir una sociedad justa y equitativa. Implica crear espacios donde todas las personas, independientemente de su género, tengan las mismas oportunidades para desarrollarse y alcanzar su máximo potencial. Inspirar este cambio, requiere un esfuerzo que involucre a todos los sectores de la sociedad, e incluso, de que tomemos en cuenta cómo nos desempeñamos de manera individual en el día a día.
En mi caso particular, he tenido la fortuna de desarrollarme en entornos profesionales donde la equidad ha sido la norma, donde se respeta y valora a los recursos humanos por sus competencias y lo que pueden aportar, sin considerar su género u otras diferencias elementales de nuestra condición humana.
Reconozco cómo esto ha influido en mi criterio sobre equidad a través de los años y, al mismo tiempo, en cómo a raíz de esto, he podido influir en el pensamiento, y toma de decisiones, de aquellos que me rodean con poder para generar cambios en este sentido.
Mi experiencia me lleva a pensar en cómo, precisamente, al modelar de manera activa el cambio que queremos alcanzar desde ya, podemos influir para lograr la transformación que buscamos.
Justamente, desde la niñez, tanto en la casa como en las escuelas, tenemos la oportunidad de educar bajo patrones diferentes, guiándonos por un criterio claro y consistente de equidad. Desde nuestros espacios corporativos, podemos impulsar los ajustes que sean necesarios para cerrar brechas que generen desigualdad de condiciones entre hombres y mujeres. Estas acciones tienen un tremendo impacto y envían mensajes contundentes, que pueden, poco a poco, ir moldeando nuestro entorno y la sociedad en general.
Es vital educar desde la infancia en la igualdad de derechos y oportunidades. Esto implica desafiar estereotipos de género, enseñar sobre las mujeres que han hecho historia, y fomentar la participación de ambos sexos en actividades tradicionalmente asociadas a un solo género. Al ampliar el abanico oportunidades de desarrollo que pueden ser aprovechadas por los niños y niñas en nuestro país, sin prejuicios, impactamos directamente en la manera que estos niños tomarán decisiones en el futuro.
Es necesario ser intencionales al sensibilizar a la población adulta sobre la importancia de la equidad de género, y los beneficios que aporta a la sociedad. En los entornos empresariales, esto puede lograrse a través de talleres, charlas, campañas de concienciación. Evitando la segregación de carreras o roles por género, y propiciando espacios de trabajo en los que se tomen en cuenta las perspectivas de todos.
Atacar la raíz del problema en nuestro país, a través de políticas públicas, que ayuden a mitigar los efectos de las principales problemáticas que representan un obstáculo en el desarrollo de las mujeres frente a los hombres en nuestra sociedad, es esencial. Situaciones como el embarazo temprano, tan alarmante y normalizado en nuestro país, considerado una de las principales causas de la propagación del círculo de pobreza, la violencia e interrupción de los estudios de las mujeres, de inmediato colocándolas en desventaja frente a cualquier oportunidad profesional o de crecimiento independiente.
La equidad de género no solo es un derecho fundamental, sino también una condición necesaria para el desarrollo y la prosperidad de la sociedad. Modelar este cambio requiere un esfuerzo colectivo que involucre a todos los sectores de la sociedad de forma activa e intencional, pero sobre todo, urgente.
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