“¿Cómo quieres ser visto al finalizar tu gestión?”. Fue la primera pregunta que hice a Orlando Jorge Mera cuando conversamos sobre su designación en el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. En ese momento, yo estaba en el mundo de la consultoría y no imaginaba que meses después me uniría a la empresa minera más grande del país, y el amigo, entonces ministro, sería el regulador, lo que implicaría una barrera automática entre ambos por razones éticas.
La vida da muchas vueltas. Algunas inexplicables, como la propia muerte de Orlando. Cuando conversamos sobre “sus primeros 100 días de gestión”, dedicamos muchas horas a temas relacionados al manejo de crisis y a la construcción de relatos y narrativas que mostraran los valores que definirían su mandato. Tenía sus asesores, pero como todo asesorado en temas de gestión de la comunicación, siempre buscaba escuchar una segunda o tercera opinión. También hablamos de los medios, un tema que a él le apasionaba.
Orlando tenía una personalidad idónea para el manejo de crisis. Nunca vi a nadie sacarlo de su centro. Se apegaba a su discurso y mantenía una disciplina única cuando pasaba sus mensajes, al punto de -en ocasiones- desesperar a sus interlocutores.
No se dejaba arrastrar por polémicas ni ruidos colaterales. Sabía comprar tiempo cuando era necesario. Ante un cuestionamiento conflictivo, repetía las preguntas en voz alta mientras procesaba las respuestas en su cabeza.
En situaciones de mucha presión, asumía su relato y no dejaba espacio a un cambio en su narrativa por parte de terceros. Practicaba, practicaba y practicaba. Repetía su mensaje clave como un buen creyente repite su credo en un templo.
Ante cualquier especulación, negaba con altura y ofrecía a seguidas una corta corrección iniciada con un –“No, fíjate qué es lo que pasa” … Esto le bastaba para contrarrestar la desinformación y, lejos de enredarse con declaraciones contradictorias, volvía siempre a su mensaje central.
Orlando construía relaciones genuinas y acumulaba un capital relacional que sabía aprovechar muy bien ante situaciones de conflictos o crisis. Tenía una capacidad especial de cultivar relaciones humanas y profesionales con los representantes de medios de comunicación, al punto de recordar los nombres de todos o casi todos con los que interactuaba.
Hablaba con periodistas y respondía preguntas de reporteros y reporteras por WhatsApp a pesar de que yo le insistía en no hacerlo. “Cuando haces eso, regalas titulares”, le decía. Y así mismo era. Pero a él no le importaba. Quería ser cercano, no romper esa proximidad en las relaciones que, con esmero, disciplina y respeto, había forjado.
Orlando construyó con sumo cuidado su identidad, la cual venía marcada por un legado familiar imposible de olvidar. Pero no era perfecto Orlando. Tenía debilidades como todos los seres humanos las tenemos. De manera puntual, siempre le remarcaba como gran debilidad el confiarse y el confiar demasiado en los demás. Una debilidad que lo llevó a una muerte trágica que hoy muchos lamentamos.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011
Leave a Reply