Con su decidida y reafirmada determinación en defensa de la voluntad popular expresada por los venezolanos en sus elecciones presidenciales, el presidente Luis Abinader ha sido consecuente y solidario con un compromiso histórico en retribución a la nación bolivariana por su lucha contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, ejercida con coraje y alto riesgo por el entonces presidente Rómulo Betancourt.
La gallarda y valiente postura de condena en la comunidad internacional contra ese régimen de oprobio, crímenes y de supresión de las libertades públicas, estuvo a punto de costarle la vida al gran líder venezolano, fruto de un atentado con una bomba activada a control remoto mientras Betancourt se desplazaba en su automóvil por una de las avenidas de Caracas, el 24 de junio de 1960.
En una demostración de su entereza y gran temple personal, y con sus manos vendadas por quemaduras de primer y segundo grado, desde el palacio de Miraflores, Betancourt responsabilizó a Trujillo como el autor intelectual del atentado y ese crimen, denunciado ante la Organización de Estados Americanos (OEA), determinó fuertes sanciones a la dictadura.
En la actualidad, probablemente, no hay potencial riesgo a ese nivel de la seguridad personal de un gobernante, que como Abinader, condena junto a un grupo de países latinoamericanos, lo que se considera un desconocimiento a la voluntad expresada libremente por los venezolanos en las elecciones del pasado 28 de julio.
Pero la posición asumida contra el régimen de Nicolás Maduro, por desconocer a Edmundo González como legítimo ganador de los comicios y por la fuerza perpetuarse en el poder, no está exenta de riesgos y serias implicaciones para la República Dominicana en el aspecto económico.
Esas amenazas las ha formulado en dos oportunidades Diosdado Cabello, uno de los personeros más siniestros y de mayor influencia en el régimen venezolano, y su actual ministro del Interior, quien ha advertido que la postura de Abinader y de su gobierno, en torno a las elecciones, podría en algún momento perjudicarle en cuanto al suministro del petróleo venezolano.
A pesar de esas amenazas, Abinader no se ha doblegado en cuanto a la defensa de la democracia representativa ganada con transparencia en las urnas, llegando a afirmar, además, que esa será su invariable planteamiento junto a los países que luchan por darse gobiernos que sean producto de la voluntad popular.
Gracias a que en la actualidad, a diferencia de décadas anteriores, ya República Dominicana no depende del suministro del petróleo de Venezuela, Abinader le ha restado impacto e importancia a las palabras de Cabello, destacando que sin crudo, el país es reconocido como una de las economías más estables y de mayor crecimiento en el hemisferio.
Las bravuconadas de Cabello, con la repetición de su coloquial expresión “lo esperamos en la bajaíta”, no ha intimidado a Abinader, quien en esta cruzada en favor de la voluntad popular no está solo, sino junto a otros gobiernos democráticos de las Américas, y también de Europa, ya que España ha brindado asilo político a González, forzado a salir de Venezuela para salvar su vida frente a las amenazas de muerte por parte del cuerpo represivo que utiliza Maduro como perros de presa.
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