Las nuevas tecnologías son una herramienta formidable y el uso intensivo de las redes sociales son parte de una realidad en constante auge, pero algunos estudiosos han advertido sobre efectos adversos. Por ejemplo, el escritor estadounidense Nicholas Carr en su libro “Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”, se pregunta si estamos sacrificando de algún modo nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad.
Por ejemplo, el escritor estadounidense Nicholas Carr en su libro “Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”, se pregunta si estamos sacrificando de algún modo nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad.
Sobre este y otros temas relativos a la literatura y la cultura en general conversamos con el poeta y ensayista José Mármol.
¿Cómo visualizas tú ese impacto en cuanto a la lectura de libros en las nuevas generaciones?
JM: “Estoy de acuerdo contigo en que las novísimas tecnologías y el medio digital constituyen un logro importante en el proceso histórico y evolutivo de la humanidad y la civilización; pero, al mismo tiempo, y dependiendo de su uso y su fin ulterior alejado de principios éticos, también constituyen un peligro. La hiperconexión y la hiperinformación que la sociedad en red y el cibermundo posibilitan, además de facilidades podrían generar problemas, a saber, las ciberadicciones. La “infoxicación” o intoxicación por exceso de información, o bien, la alienación en el dispositivo digital por un exceso de uso indiscriminado, podrían dar lugar a lo que Michuel Desmurget (2020) llama la fábrica de cretinos digitales, en función del peligro de la cultura de pantallas para las nuevas generaciones. Son múltiples los llamados que en esta dirección ha venido haciendo el filósofo informático Jaron Lanier, en sus distintos ensayos, entrevistas y artículos. Por último, vale la pena detenerse en otro fenómeno propio del proceso acelerado de automatización y digitalización de la sociedad y la cultura, y es el problema del incremento de la desigualdad, que en ocasiones llamamos brecha digital. Conviene, pues, alinear a propósitos humanitarios y de auténtico servicio al progreso sostenible de la sociedad todo lo que las nuevas tecnologías y la digitalización pueden ofrecernos”.
¿Qué pueden hacer los escritores, las entidades culturales y el Estado para promover los hábitos de lectura bien seleccionada y guiada, comenzando con esa vital orientación desde las aulas como se hacía en otro tiempo leyendo por ejemplo El Quijote o Enriquillo?
JM: “Cuando hablamos de logros del pasado en la educación suelo recordar aquella expresión del insigne humanista Pedro Henríquez Ureña: “volver a comenzar”. El hecho incontrovertible de que 6 de cada 10 niños dominicanos hasta tercer grado de primaria no comprendan lo que leen significa una derrota para nuestros esfuerzos en educar mejor, en procurar calidad en la educación. Peor aun son las estadísticas en matemáticas y ciencias naturales. Pero, en lo que concierne a la lectura, una fuente primaria para el cultivo de la lengua materna y por tanto, para el autoconocimiento y la conciencia identidaria de los individuos, considero que lo que debemos hacer, primero, s que los maestros lean, piensen y escriban bien. No se puede enseñar aquello que no se sabe. Si retomáramos aquellas lecciones y modos de lecturas expresiva y comprensiva así como los dictados en la escritura, porque se trata de procesos parejos o lecto-escritura, probablemente alcancemos mejores resultados en las pruebas y ciudadanos mejor formados y educados. Habría que leer a Cervantes, ciertamente, pero, como exigían en sus lecciones de gramática de la lengua española, Alonso y Henríquez Ureña, también leer a los autores nacionales”.
A través del tiempo, un tema de análisis y debate ha sido la forma de promover y preservar los hábitos de la lectura de material impreso de buen contenido para afianzar conocimiento y experiencias provechosas frente al uso de la red, que por su peculiar dinámica puede llevarnos a manejar mucha información pero no siempre con profundidad y concentración. ¿Cómo conciliar estos dos escenarios?
JM: “La mera información no es conocimiento. El dato per se, el dato en sí mismo ni es conocimiento ni tiene facultad para crear conocimiento si no se lo contextualiza en un razonamiento. Hay que evitar el culto al dataísmo, como lo llama el filósofo Byung-Chul Han. Sin embargo, en lo que concierne a la disyuntiva entre el libro digital o el libro impreso, es decir, en ese fenómeno que refleja el choque entre las culturas online y offline, creo que hay formas de superar el dilema. Hay que hacer convivir esos formatos del libro, tal como la sociedad logró una articulación armónica entre el cine y la televisión, entre la televisión, la radio y los medios impresos. Cierto que algunos recursos derivados del avance tecnológico se van quedando regazados y amenazados por su posible condición de fósiles. Eso no va a ocurrir con el libro impreso. Cada año las editoriales imprimen más y más volúmenes y la lectura digital también crece. Lo importante es que los migrantes digitales lean y que los nativos digitales también lo hagan. La cultura real ha de lograr espacio en la cibercultura, y viceversa. Que la cultura no se reduzca a redes sociales, a los videítos de un minuto o las agresiones a la lengua escrita en las pantallas, eso sí que es importante. La lecto-escritura es un paso imprescindible hacia la verdadera libertad del individuo; libertad que no se encuentra en las redes sociales, a no ser de forma engañosa o falsaria”.
La literatura ha jugado un crucial papel en la creación y fortalecimiento de la conciencia social para adentrarnos en el drama humano y la capacidad de comprender realidades y hacer reenfoques con una cosmovisión, pero esto solo es posible si los libros y sus contenidos trascienden el ámbito localista, sin que esto signifique en modo alguno menospreciar el valor de las ambientaciones costumbristas o las estampas pueblerinas. ¿Qué opinas al respecto?
JM: “En este mundo hipermoderno, que enfrenta lo local a lo global, pero que no puede reducir la marcada tendencia hacia lo segundo (la globalización), creo que el gran reto de los escritores estriba en lograr que su lengua-cultura, que su cosmovisión, que su evocación poética y sus historias narradas como experiencias vitales locales, puedan alcanzar dimensión y estatura universales. Se trata de retomar aquel mandato del manifiesto de La Poesía Sorprendida de inicios de los años 40 del siglo XX, es decir, hacer con lo local un arte de corte universal. Lo que interesa y aporta a la literatura es el modo personal, individual u original con que un autor, no importa de dónde provenga, nos muestra las riquezas de su propia cultura y consigue interesarnos por ella. El lenguaje literario o estético tiene la virtud de hacer de lo particular un objeto de interés universal. En el plano de las políticas hemisféricas, la cuestión estriba en que muchos de los problemas locales o nacionales tienen su solución en respuestas globales. Lo mismo ha de ocurrir, y ocurre, en las artes”.
En el reciente encuentro de un grupo de escritores con el presidente Luis Abinader, destacaste que aun en medio de su complicada agenda, el gobernante haya dedicado tiempo a conversar con autores sobre literatura y cultura. ¿Puedes describirnos cómo discurrió esa tertulia?
JM: “Creo que el presidente Abinader sentó un precedente importante al convocar al Palacio Nacional, dentro de su agenda de Estado de ese día, a un grupo de escritores, para hablar acerca de lo que a estos les preocupa y motiva. No se sentó allí a pontificar ni a hacer promesas. Se presentó a escuchar. Provocó el diálogo, que terminó siendo enriquecedor para todos. Fue receptivo ante los desafíos planteados en materia de políticas concretas de los ministerios de Educación y de Cultura, respecto de temas como la lectura, la publicación, sobre todo en formatos digitales, de nuevos y clásicos libros, así como sobre la Feria Internacional del Libro, entre otros temas. Escuchó pacientemente, se interesó por los planteamientos, sugirió de inmediato vías de solución a algunos de los asuntos expuestos y trazó el camino para afrontar, junto a los escritores y los ministerios correspondientes, los retos para dignificar la condición de escritor en el país. Creo que fue un buen punto de partida, que todos debemos agradecer y continuar. Fue, sin dudas, un singular gesto de apertura y compromiso con la educación y la cultura por parte del presidente Abinader”.
En enero de 1996, la escritora Nuria Amat publicó una serie de reflexiones en forma de preguntas y comenzaba así: “corre la voz de que la cultura multimedia terminará con el libro impreso. ¿Significa esto el fin sentenciado de la literatura? A ti qué te parece esa apreciación 25 años después.
JM: “Como te indiqué antes, considero que no hay muerte prescrita para el libro impreso. Las grandes ferias internacionales del libro como Frankfurt, Madrid, Berlín, Guadalajara, Barcelona, entre otras, siguen siendo cunas de la recepción, promoción y difusión del libro impreso. Las versiones digitales se fortalecerán y serán una alternativa cada vez más importante, sin lugar a dudas. En mi humilde entender, de lo que se trata es de una convivencia y no de una lucha a muerte entre el libro digital y el impreso. En el primero, el digital, están las ventajas de la difusión electrónica masiva, su reducido costo, la facilidad de portarlo en un celular, una laptop, un iPad, una tableta. Eso es irrefutablemente cierto. En el segundo, en el libro impreso, persevera el gusto por el olor del papel, el color de la tinta seca, la placidez que provoca a los sentidos la constatación de lo táctil, la posibilidad de escribir a mano las notas en los bordes o pies de páginas, en fin. También estos son rasgos que conmueven y a traen a nativos digitales. Es utópica la idea de que asistiremos al sepelio del libro impreso. Sobrevivirá”.
Finalmente, como es bien conocido que eres incansable en la producción literaria, quisiéramos saber si tienes en este momento algo en carpeta para ampliar tu contribución a la bibliografía nacional.
JM: “Bueno, hoy día trabajo en la conformación de un nuevo volumen de artículos y ensayos sobre filosofía de la cultura. Además, he ido reuniendo y revisando poemas escritos en distintas circunstancias, en los últimos tiempos, que espero den lugar a un nuevo libro, que sin dejar de ser mío, de portar mi voz poética, sea, sin embargo, distintos a los anteriores”.
Forma de pago: transferencia o depósito en el banco BHD León a la cuenta 27190380011
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