En un mundo corriendo una acelerada carrera por la producción de energías renovables que permita a los países disminuir su huella de carbono, el auto eléctrico ha sido la alternativa más viable para, desde la óptica de transporte, apoyar a esta gran iniciativa que busca frenar el calentamiento global.
Dentro de este cambio radical, las distintas marcas han estado invirtiendo todos sus recursos en el desarrollo del auto eléctrico, destacándose algunos fabricantes más que otros con avances en elementos de autonomía, potencia, tecnología, rapidez de carga, entre otros. No obstante, hemos visto marcas actuar de manera muy pasiva en la electrificación de su plataforma, dentro de las cuales se destaca el gigante Toyota.
El líder japonés en fabricación de vehículos, Toyota Motors Corporation, aunque fue de los pioneros en dar carácter a los vehículos híbridos, que combinaban gasolina con un motor eléctrico, a través de su lanzamiento mundial en el año 2000 de su muy exitoso Toyota Prius, desde ese momento solo ha mantenido su plataforma bajo el concepto híbrido, sin incluir dentro de su lineup modelos de propulsión eléctrica en su totalidad. De entrada, daría la impresión de que este monstruo se ha quedado “durmiendo en sus laureles” mientras el resto de la industria avanza hacia otro norte, sin embargo, la realidad es totalmente distinta.
Toyota Motors Corporation, desde 2007, se encuentra realizando proyectos para el desarrollo del hidrógeno como combustible, iniciando con la construcción en ese mismo año de la planta Yokohama City Wing Power Plant o “Hama Wing”, como es popularmente conocida en Japón, la que resultó ser un proyecto experimental para la producción en masa del hidrógeno como combustible no solo para automóviles, sino como alternativa renovable para ser utilizada en la generación eléctrica inclusive de viviendas. Este proyecto expandido hoy ha dado como resultado que, por ejemplo, en la ciudad de Kobe, se produce energía basada en hidrógeno para hospitales, trenes y demás edificaciones, en lo que estos denominan la transformación a la “Sociedad del Hidrógeno”.
Aunque partiendo de esta realidad pensaríamos que la apuesta de la marca japonesa sería la de utilizar el hidrógeno para alimentar sus motores de combustión interna actuales, lo cierto es que su enfoque viene dado a un proyecto de FCV o “Fuel Cell Vehicles”, que viene realizándose a escala en Japón. Este tipo de vehículos, a diferencia de los eléctricos convencionales que deben ser enchufados para ser cargados, descomponen el hidrógeno líquido almacenado para, en una celda y través de un proceso químico, producir electricidad que va a la batería del vehículo que permite alimentar el motor eléctrico, dejando este proceso como residuo solo vapores de agua por su tubo de escape.
Aunque este proyecto no ha tenido mucho eco a nivel de prensa internacional por asuntos de competitividad, lo cierto es que recientemente fue publicado en una revista de economía asiática la creación de un conglomerado de empresas liderado por Toyota, en la cual buscan establecer un estándar de producción en tecnología de celdas de hidrógeno. Este conglomerado, además de Toyota, está integrado por: Mazda, Honda, Nissan y Subaru, los cuales aportarían individualmente su tecnología para el desarrollo de este proyecto. Un ejemplo de esto es el caso específico de Nissan, que con su gran experiencia en modelos eléctricos exitosos, como el caso del Nissan Leaf, aportará a dicho conglomerado su desarrollada tecnología en motores eléctricos.
Definitivamente, estamos viviendo un mercado automotriz disruptivo, en el que todavía no tenemos claro quien quedará coronado como el líder a mediano plazo, pero lo cierto es que los japoneses, liderado por Toyota y a través de su unificación de marcas con fines tecnológicos, resultarán ser un importante competidor al que el resto del mercado tendrá que mirar con cautela, considerando la confiabilidad con la que se han destacado históricamente sus productos, así como la preferencia que el mercado tiene hacia los mismos.
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