Es común que personas provenientes del mundo de los negocios, el deporte, la televisión o el cine, entre otras áreas, decidan en algún momento incursionar en la política. Al hacerlo, se encuentran con una percepción completamente distinta de su marca personal y, en general, con un sistema de trabajo diferente. Tener logros y obtener respeto como empresario, deportista o actor es una cosa, pero construir una marca personal en la arena política puede resultar un gran desafío.
A pesar de que puedan haber alcanzado el éxito, y el respeto en sus respectivos campos, en el ámbito político muchas veces se les olvida todo lo que han logrado previamente. Incluso, en algunos casos, su reputación y marca personal anterior pueden verse seriamente afectadas o incluso destruidas, ya que la política exige una imagen y un comportamiento completamente nuevo. Así, aunque la marca personal previa pueda servir de base, será necesario reconstruirla o adaptarla para el nuevo contexto.
La transparencia y la apertura total pueden generar críticas destructivas y someter al político a un escrutinio constante, sobre todo en cuanto a su vida privada. Además, la necesidad de mantener una presencia activa en las redes sociales, y la constante exposición pública, pueden resultar agotadoras. También, es difícil encontrar un balance entre la vida pública y la privada.
Por otro lado, la marca personal de un político ofrece varias ventajas. Ayuda a destacarse entre otros políticos, a demostrar individualidad y competencia, y a conectar con los votantes, ampliando su alcance y superando barreras sociales. Una marca personal bien gestionada también facilita la creación de lealtad y resalta las cualidades positivas del político, lo que lo hace más accesible y humano.
El objetivo principal de un político es alcanzar y mantener el poder. A los ojos de los votantes, el político debe parecer un líder fuerte, con objetivos claros, y un firme conocimiento de cómo lograrlos. La gente necesita un político que comprenda sus necesidades y esté dispuesto a defenderlas, incluso a costo de sus propios intereses.
La marca personal de un político es la imagen pública que se construye a través de sus palabras, acciones y logros. A diferencia de la “imagen”, que es una representación emocional y consciente, la marca personal tiene un alcance más amplio. Mientras que el estilo se refiere a la forma en que un político se presenta visualmente y se comporta en sociedad, la marca busca demostrar y confirmar la unicidad y el valor del político ante sus votantes. La marca de un político es, en última instancia, una promesa de los beneficios que el votante recibirá a cambio de su apoyo en las elecciones.
El branding político tiene como objetivo construir un “código de marca” único, que actúa como una guía para el político y su equipo. Este código incluye la misión, los compromisos y los valores del político, su imagen visual y su estrategia política. El éxito de este branding depende de la capacidad del político para definir su audiencia objetivo, sus ventajas competitivas, y su posicionamiento dentro del ámbito político.
En resumen, la marca personal de un político no solo involucra su estilo o imagen, sino que debe ser una representación estratégica de su visión y valores. A través de una marca sólida, un político puede conectar con los votantes, ganar su confianza y consolidarse como líder.
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