La censura o la autocensura, dos males que desde tiempos inmemoriales afectan el ejercicio de un periodismo libre, independiente y veraz, ya no se limita al contenido de los textos propiamente
El periodismo actual, en especial los grandes medios de prensa escrita de larga data y reputación, no están exentos de los serios desafíos provocados por las redes sociales y el esfuerzo cada vez mayor que se requiere, con ingenio, creatividad y persistencia, para lograr empatía o conexión con los nuevos públicos que no siguen ya la información de la forma tradicional.
Para ponerse a tono con las nuevas realidades del mundo global de las comunicaciones, las viñetas críticas o editoriales — que sin perder su esencia humorística originaria han adquirido mayor dureza en sus enfoques sobre realidades sociales y políticas— enfrentan retos paradójicamente provenientes de las propias redes sociales, así como de gobiernos y centros de poder hipersensibles ante cualquier referencia o alusión gráfica.
La censura o la autocensura, dos males que desde tiempos inmemoriales afectan el ejercicio de un periodismo libre, independiente y veraz, ya no se limita al contenido de los textos propiamente, sino que se dirige con mayor drasticidad a un elemento que se ha convertido en el predilecto y de más atención de la intolerancia: las caricaturas que logran con sus impactantes combinaciones de imágenes acompañadas de mensajes breves y a veces sin palabras, provocar la ira, la falta de buen humor y el cuestionamiento de gobernantes.
El más reciente golpe a la libertad de información, producto de esa creciente intolerancia, quedó en evidencia cuando el emblemático periódico estadounidense The New York Times anunció que dejaría de publicar viñetas políticas en su edición internacional a partir de julio de 2019, como ya ocurre desde abril de este año en su diario nacional, tras una polémica desatada por la publicación de un dibujo que fue tachado de antisemita y que generó protestas al convertirse en viral en las redes sociales.
Aunque James Bennett, responsable de la página editorial del rotativo, informó a través del Twitter corporativo del NYT que la decisión estuvo “en consideración durante un año” antes de ser adoptada, y que se seguiría invirtiendo en “periodismo visual”, el hecho de que fue precedida de una queja de parte del presidente Donald Trump y de su aliado israelí, de inmediato fue interpretado como un medio de censura o autocensura al ceder ante presiones externas al diario.
En la caricatura objetada y por la cual el New York Times pidió disculpas tanto al primer ministro de Israel como a Trump, luego de una intensa polémica, se representa a éste ciego y con gafas oscuras, teniendo adelante a Benjamín Netanyahu, caricaturizado como perro lazarillo que guía los pasos del gobernante estadounidense.
En un esfuerzo dirigido a disminuir el impacto emocional a lo interno del periódico y entre sus lectores, el NYT agradeció el trabajo realizado por los caricaturistas internacionales Patrick Chappatte y Heng Kim Song, quienes a pesar del reconocimiento expresaron sus reservas y aprensiones sobre el trasfondo de la medida y las implicaciones que podría tener para la imagen de independencia y respetabilidad del diario, ganada a través de décadas de un ejercicio serio, comprometido con las mejores prácticas periodísticas.
Como forma de aplacar los ánimos y en alusión a que “el año pasado, el New York Times por primera vez en su historia ganó un Pulitzer en la categoría de viñeta política por una serie de no ficción sobre la historia de una familia refugiada siria, Bennett dijo que el diario deseaba más trabajos como ese y que esperaba colaborar con Chappatte y Kim Song y otros caricaturistas en el futuro.
En respuesta, Chappatte escribió una reflexión sobre el fin de las viñetas políticas, diciendo en primer término que estaba “dejando el bolígrafo con un suspiro”, una virtual protesta por lo acontecido para agregar a continuación que eran muchos años de trabajo revertidos por una sola viñeta, ni siquiera suya, que en su opinión nunca debería “haberse publicado en el mejor periódico del mundo”.
En otro hecho que ha provocado críticas y diversos juicios, entre ellos una discusión de hasta dónde deben estar los límites de las viñetas editoriales y cómo establecer cuándo caen en excesos, el grupo canadiense Brunswick News es acusado de despedir a un caricaturista por subir en sus redes sociales una caricatura en que Trump pregunta, “les importa si sigo jugando”, en un dibujo que lo muestra con un palo de golf en la mano y junto a los cadáveres del padre y la niña salvadoreños que murieron ahogados al intentar cruzar de México a Estados Unidos por el río Bravo. Se trata de un tema que seguirá provocando muchos debates e interrogantes.
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